martes, 28 de enero de 2014

Europa y la recuperacion economica

A medida que Europa se recupera de su crisis, los países más afectados como España e Italia están tratando de reducir sus deudas y, al mismo tiempo, de elevar la competitividad de sus economías en el exterior. El problema es que es difícil hacer ambas cosas a la vez y la débil inflación de la zona euro complica aún más la doble tarea. Mientras la élite económica del mundo recibió con beneplácito las noticias de la recuperación global durante la cumbre de Davos realizada la semana pasada, las heridas de la zona euro probablemente demorarán su tiempo en sanar e incluso podrían reabrirse. ¿Por qué? Hasta que comenzó la crisis, los países "periféricos" de la zona euro, principalmente los del sur de Europa, tenían una inflación más alta que el "núcleo" de la región, es decir las economías alrededor de Alemania. Los productos de estos países periféricos se encarecieron demasiado, lo que a menudo produjo grandes déficits comerciales financiados desde el exterior. Sin monedas nacionales que devaluar, los países de la periferia necesitan bajar los precios y los salarios en relación al núcleo europeo para recuperar su competitividad. La inflación tendría que estar por debajo del promedio europeo durante años. Sin embargo, recortar la deuda es más sencillo para las familias, empresas y países si sus ingresos nominales, los cuales suben con la inflación y el crecimiento de la economía, se expanden. La solvencia, y la resistencia a futuras crisis financieras, depende de reducir la deuda como proporción del Producto Interno Bruto. Eso significa que entre más caiga la inflación en Europa, mayor será la tensión entre mejorar la solvencia y elevar la competitividad. Bruegel, un centro de estudios sin afiliación política de Bruselas, calcula que España e Italia pueden reducir su deuda pública en relación al PIB en los próximos años si sus economías crecen, se ajustan a sus presupuestos y la inflación de la zona euro se ubica cerca de 2%, la meta del Banco Central Europeo. Pero si la inflación del bloque es de apenas 1%, entonces la necesidad de abaratar los costos en relación a Alemania llevaría a la inflación en Italia y España a cerca de cero. En ese caso, un PIB nominal más bajo hace que las deudas se vean más graves. La deuda de España podría llegar a 120% del PIB, mientras que la de Italia superaría el 140%, estima Bruegel. La inflación anual de la zona euro ha caído por debajo de 1%. La inflación española es casi inexistente y la de Italia está ba-jando. Incluso Alemania, que necesita que la inflación esté bien por encima de 2% en el escenario optimista de Bruegel, está por debajo de la meta. El escenario más pesimista está cerca de volverse una realidad. "Mi temor es que resulte muy difícil para estos países alcanzar las metas duales de sostenibilidad de deuda pública y una mejora duradera en la competitividad", dice Zsolt Darvas, académico de Bruegel. Si los precios caen, Grecia muestra un escenario de lo que podría suceder: la deflación está causando estragos en la solvencia del país, empujando su relación deuda-PIB a niveles cada vez más altos, pese a sus medidas draconianas de austeridad. Aunque Italia y España no están lidiando con deflación, incluso una inflación muy baja podría crear un círculo vicioso. Esta conlleva a más austeridad para estabilizar la deuda, lo que resta velocidad a la recuperación. Si los ingresos nominales decep-cionan, los hogares y negocios tienen que gastar más de su dinero para reducir sus deudas, dejando a las personas con menos para consumir o invertir. Este problema es parte de un conjunto de razones, incluyendo los altos costos de endeudamiento para los países de la periferia, la austeridad fiscal, sofocantes regulaciones y la ausencia de una demanda de productos a lo largo del continente, por las cuales la recuperación de la zona euro probablemente será a paso de tortuga. Una reducción de deuda demasiado lenta también deja vulnerables a las economías en problemas a posibles brotes de turbulencia financiera global. Las deudas externas netas del gobierno y del sector privado de España, que sumadas representan cerca de 95% del PIB, necesitan ser refinanciadas continuamente. "La amenaza es que cualquier trastorno en los mercados financieros, como una interrupción repentina de la disposición de los [inversionistas] extranjeros a comprar deuda española, causaría el caos", dice Huw Pill, economista jefe para Europa de Goldman Sachs. La historia es similar para buena parte de la periferia europea. "Esta deuda pende como una espada de Damocles sobre Europa", señala Pill. La mayoría de los países de la periferia ya han recuperado cierta competitividad. Pero aún tienen camino por recorrer ya que necesitan acumular grandes superávits comerciales para obtener dinero con el cual pagar sus deudas. La compresión de precios y salarios que requieren hace que las deudas existentes sean una mayor carga en todos los niveles de la economía. Por ejemplo, los trabajadores españoles que acepten un recorte salarial para aumentar la competitividad de su empresa pasarán aún más problemas para pagar su hipoteca. El BCE podría intensificar sus esfuerzos para elevar la inflación en toda Europa, imprimiendo dinero y comprando activos financieros a gran escala. Pero el banco central no quiere desatar la ira de Alemania, que cree que el estímulo monetario es nocivo para la estabilidad financiera. Alemania podría ayudar al darle un impulso a la inversión y los salarios. Una mayor demanda e inflación en el núcleo aliviaría el balance interno de la zona euro y, al reducir el superávit alemán, también debilitaría la tasa de cambio del euro, ayudando a la competitividad de la periferia. No obstante, Alemania ha dejado en claro que el sur de Europa tendrá que solucionar los desequilibrios de la zona euro por su cuenta, con poca ayuda del núcleo para compensar el repliegue de la periferia y los recortes de salario. Europa probablemente seguirá adelante como pueda, como siempre, dice Darvas. Pero sin una inflación más alta, "será un proceso mucho más largo y doloroso".

miércoles, 8 de enero de 2014

World economic challanges 2014

Interesting Soro´s analysis on the world economic drivers NEW YORK – As 2013 comes to a close, efforts to revive growth in the world’s most influential economies – with the exception of the eurozone – are having a beneficial effect worldwide. All of the looming problems for the global economy are political in character. After 25 years of stagnation, Japan is attempting to reinvigorate its economy by engaging in quantitative easing on an unprecedented scale. It is a risky experiment: faster growth could drive up interest rates, making debt-servicing costs unsustainable. But Prime Minister Shinzo Abe would rather take that risk than condemn Japan to a slow death. And, judging from the public’s enthusiastic support, so would ordinary Japanese. By contrast, the European Union is heading toward the type of long-lasting stagnation from which Japan is desperate to escape. The stakes are high: Nation-states can survive a lost decade or more; but the EU, an incomplete association of nation-states, could easily be destroyed by it. The euro’s design – which was modeled on the Deutsche Mark – has a fatal flaw. Creating a common central bank without a common treasury means that government debts are denominated in a currency that no single member country controls, making them subject to the risk of default. As a consequence of the crash of 2008, several member countries became over indebted, and risk premia made the eurozone’s division into creditor and debtor countries permanent. This defect could have been corrected by replacing individual countries’ bonds with Eurobonds. Unfortunately, German Chancellor Angela Merkel, reflecting the radical change that Germans’ attitudes toward European integration have undergone, ruled that out. Prior to reunification, Germany was the main motor of integration; now, weighed down by reunification’s costs, German taxpayers are determined to avoid becoming European debtors’ deep pocket. After the crash of 2008, Merkel insisted that each country should look after its own financial institutions and government debts should be paid in full. Without realizing it, Germany is repeating the tragic error of the French after World War I. Prime Minister Aristide Briand’s insistence on reparations led to the rise of Hitler; Angela Merkel’s policies are giving rise to extremist movements in the rest of Europe. The current arrangements governing the euro are here to stay, because Germany will always do the bare minimum to preserve the common currency – and because the markets and the European authorities would punish any other country that challenged these arrangements. Nonetheless, the acute phase of the financial crisis is now over. The European financial authorities have tacitly recognized that austerity is counterproductive and have stopped imposing additional fiscal constraints. This has given the debtor countries some breathing room, and, even in the absence of any growth prospects, financial markets have stabilized. Future crises will be political in origin. Indeed, this is already apparent, because the EU has become so inward-looking that it cannot adequately respond to external threats, be they in Syria or Ukraine. But the outlook is far from hopeless; the revival of a threat from Russia may reverse the prevailing trend toward European disintegration. As a result, the crisis has transformed the EU from the “fantastic object” that inspired enthusiasm into something radically different. What was meant to be a voluntary association of equal states that sacrificed part of their sovereignty for the common good – the embodiment of the principles of an open society – has now been transformed by the euro crisis into a relationship between creditor and debtor countries that is neither voluntary nor equal. Indeed, the euro could destroy the EU altogether. In contrast to Europe, the United States is emerging as the developed world’s strongest economy. Shale energy has given the US an important competitive advantage in manufacturing in general and in petrochemicals in particular. The banking and household sectors have made some progress in deleveraging. Quantitative easing has boosted asset values. And the housing market has improved, with construction lowering unemployment. The fiscal drag exerted by sequestration is also about to expire. More surprising, the polarization of American politics shows signs of reversing. The two-party system worked reasonably well for two centuries, because both parties had to compete for the middle ground in general elections. Then the Republican Party was captured by a coalition of religious and market fundamentalists, later reinforced by neo-conservatives, that moved it to a far-right extreme. The Democrats tried to catch up in order to capture the middle ground, and both parties colluded in gerrymandering Congressional districts. As a consequence, activist-dominated party primaries took precedence over general elections. That completed the polarization of American politics. Eventually, the Republican Party’s Tea Party wing overplayed its hand. After the recent debacle of the government shutdown, what remains of the Republican establishment has begun fighting back, and this should lead to a revival of the two-party system. CommentsView/Create comment on this paragraphThe major uncertainty facing the world today is not the euro but the future direction of China. The growth model responsible for its rapid rise has run out of steam. That model depended on financial repression of the household sector, in order to drive the growth of exports and investments. As a result, the household sector has now shrunk to 35% of GDP, and its forced savings are no longer sufficient to finance the current growth model. This has led to an exponential rise in the use of various forms of debt financing. There are some eerie resemblances with the financial conditions that prevailed in the US in the years preceding the crash of 2008. But there is a significant difference, too. In the US, financial markets tend to dominate politics; in China, the state owns the banks and the bulk of the economy, and the Communist Party controls the state-owned enterprises. Aware of the dangers, the People’s Bank of China took steps starting in 2012 to curb the growth of debt; but when the slowdown started to cause real distress in the economy, the Party asserted its supremacy. In July 2013, the leadership ordered the steel industry to restart the furnaces and the PBOC to ease credit. The economy turned around on a dime. In November, the Third Plenum of the 18th Central Committee announced far-reaching reforms. These developments are largely responsible for the recent improvement in the global outlook. The Chinese leadership was right to give precedence to economic growth over structural reforms, because structural reforms, when combined with fiscal austerity, push economies into a deflationary tailspin. But there is an unresolved self-contradiction in China’s current policies: restarting the furnaces also reignites exponential debt growth, which cannot be sustained for much longer than a couple of years. How and when this contradiction will be resolved will have profound consequences for China and the world. A successful transition in China will most likely entail political as well as economic reforms, while failure would undermine still-widespread trust in the country’s political leadership, resulting in repression at home and military confrontation abroad. The other great unresolved problem is the absence of proper global governance. The lack of agreement among the United Nations Security Council’s five permanent members is exacerbating humanitarian catastrophes in countries like Syria – not to mention allowing global warming to proceed largely unhindered. But, in contrast to the Chinese conundrum, which will come to a head in the next few years, the absence of global governance may continue indefinitely Read more at http://www.project-syndicate.org/commentary/george-soros-maps-the-terrain-of-a-global-economy-that-is-increasingly-shaped-by-china#iQ6eXdZ4KF0OM6H6.99