lunes, 22 de agosto de 2011

Como salir de la recesión o de la contracción

Interesante articulo de Rogoff analizando las diferencias entre una recesion y una contracccion

La segunda gran contracción


CAMBRIDGE – ¿Por qué todos siguen refiriéndose a la reciente crisis financiera como la "Gran Recesión"? El término, después de todo, se fundamenta en un peligroso diagnóstico erróneo de los problemas que enfrentan los Estados Unidos y otros países, que conduce a malos pronósticos y a malas políticas.

La frase "Gran Recesión" crea la impresión de que la economía está siguiendo los patrones de una recesión típica, sólo que de manera más severa – algo así como un resfrío muy fuerte. Es por eso que a lo largo de esta crisis, los expertos y analistas que han intentado hacer analogías con anteriores recesiones de posguerra de EE.UU. han errado tanto. Es más, demasiados diseñadores de políticas se han basado en la creencia de que, al fin y al cabo, esta es sólo una recesión profunda que puede ser doblegada mediante una generosa ración de herramientas convencionales de política, ya sea política fiscal o de rescates masivos.

Pero el verdadero problema es que la economía mundial esta gravemente sobreapalancada y no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera, o inflación.

Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la "Segunda Gran Contracción". Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro This Time is Different publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis que indica que esta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera "Gran Contracción", por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no sólo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.

¿Por qué discutir sobre semántica? Bueno, imagine que tiene neumonía, pero cree que es sólo un resfriado fuerte. Usted, sencillamente, podría no tomar el medicamento correcto, y ciertamente esperaría que su vida vuelva a la normalidad más rápido de lo que realísticamente es posible.

En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, pero en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.

Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años sólo para alcanzar el mismo nivel de ingresos per cápita que había logrado en su pico pre-crisis. Hasta el momento, a lo largo de una amplia gama de variables macroeconómicas, incluyendo producción, empleo, deuda, precios de vivienda, e incluso capital, nuestros puntos de referencia cuantitativos basados ​​en las anteriores crisis financieras profundas posguerra han demostrado ser mucho más precisos que la convencional lógica de recesión.

Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una "Gran Recesión". Pero, en una "Gran Contracción", el problema número uno es la excesiva deuda. Si los gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas van a gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.

Por ejemplo, los gobiernos podrían facilitar la rebaja de las hipotecas a cambio de una participación en cualquier apreciación futura en los precios de vivienda. Un enfoque similar puede aplicarse a los países. Por ejemplo, los votantes de los países ricos en Europa quizás podrían ser persuadidos a involucrarse en un rescate mucho más grande de Grecia (uno que sea, en los hechos, lo suficientemente grande como para funcionar), a cambio de pagos más altos en diez a quince años si el crecimiento griego es mayor.

¿Existe alguna alternativa a años de vaivenes políticos e indecisión?

En mi artículo de diciembre de 2008, sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4 a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorristas a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera, de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.

Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las Grandes Contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizás una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales.

La gran prisa por saltar al tren de la "Gran Recesión" ocurrió porque la mayoría de los analistas y diseñadores de políticas simplemente tenían en mente el marco analítico equivocado. Desafortunadamente, está demasiado claro cuán equivocados estaban.

Reconocer que hemos estado utilizando el marco analítico equivocado es el primer paso para encontrar una solución. La historia sugiere que frecuentemente se cambia de nombre a las recesiones cuando el humo se disipa. Quizás en la actualidad el humo se disipe un poco más rápido si desechamos la etiqueta de "Gran Recesión" de manera inmediata y la reemplazamos con algo más apropiado, como por ejemplo "Gran Contracción". Es demasiado tarde para enmendar los malos pronósticos y políticas equivocadas que han marcado las secuelas de la crisis financiera, pero no es demasiado tarde para actuar de mejor manera.

Kenneth Rogoff es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos

How to Resolve the Euro Crisis?

Interesting proposal of George Soros to solve the Euro Crisis


NEW YORK – A comprehensive solution of the euro crisis must have three major components: reform and recapitalization of the banking system, a eurobond regime, and an exit mechanism.

First, the banking system. The European Union’s Maastricht Treaty was designed to deal only with imbalances in the public sector; but, as it happened, the excesses in the banking sector were far worse. The euro’s introduction led to housing booms in countries like Spain and Ireland. Eurozone banks became among the world’s most over-leveraged – and the worst-affected by the crash of 2008. They remain badly in need of protection from the threat of insolvency.

The first step was taken recently when the European Financial Stability Facility was authorized to rescue banks as well as governments. This needs to be followed by other steps. The equity capital of banks urgently needs to be substantially increased. And if a European agency is to guarantee banks’ solvency, that agency must also oversee them.

A European banking agency would break up the incestuous relationship between banks and regulators that was at the root of the excesses that fueled the current crisis. And it would interfere much less with national sovereignty than would the subordination of fiscal policies to an EU or eurozone-wide authority.

Second, Europe needs eurobonds. The introduction of the euro was supposed to reinforce convergence; in fact, it created divergences, with widely different levels of indebtedness and competitiveness separating the member countries. If heavily indebted countries have to pay heavy risk premiums, their debt becomes unsustainable. And that is now happening.

The solution is obvious: deficit countries must be allowed to refinance the bulk of their debt on the same terms as surplus countries. This is best accomplished by authorizing the issuance of eurobonds, which would be jointly guaranteed by all of the member countries.

While the principle is clear, the details will require a lot of work. Which supranational agency will be in charge of issuing eurobonds? What rules will it follow in authorizing issuance? How will it enforce the rules?

Presumably, the eurobonds would be under the control of the eurozone finance ministers. The board would constitute the fiscal counterpart of the European Central Bank; it would also be the European counterpart of the International Monetary Fund.

The debate will therefore revolve around voting rights. The ECB operates on the principle of one vote per country; the IMF assigns voting rights according to countries’ capital contributions. Which system should prevail? The former could give carte blanche to debtor countries to run up their deficits; the latter might perpetuate a two-speed Europe. Some compromise will be necessary.

Because the fate of Europe depends on Germany, and because the issuance of eurobonds will put Germany’s own credit standing at risk, the compromise will clearly have to put Germany in the driver’s seat. Unfortunately, Germany has some unsound ideas about macroeconomic policy: it wants the rest of Europe to follow its example. But what works for Germany cannot work for the rest of Europe: no country can run a chronic trade surplus without others running deficits. Germany must propose rules that other countries can follow.

These rules must allow for a gradual reduction in indebtedness. They must also allow countries with high unemployment, like Spain, to continue running budget deficits. Rules involving targets for cyclically adjusted deficits can accomplish both of these goals. Most importantly, the rules must recognize their own imperfection – and thus must remain open to review and improvement.

Bruegel, the Brussels-based think tank, has proposed that eurobonds should constitute 60% of eurozone members’ outstanding external debt. Given the high risk premiums currently prevailing in Europe, this percentage is too low to constitute a level playing field. In my view, new issues should be entirely in eurobonds up to a limit set by the Board. The higher the volume of eurobonds a country seeks to issue, the more severe the conditions the Board would impose. The Board should have no problem imposing its will, because denying the right to issue additional eurobonds would be a powerful deterrent. Surveillance must be improved, however, in order to give countries timely notice when they are in violation.

This leads directly to the third unsolved problem: What happens if a country is unwilling or unable to keep within agreed conditions? Inability to issue eurobonds could result in a disorderly default or devaluation. In the absence of an exit mechanism, this would have catastrophic consequences. A deterrent that is too dangerous to invoke would lack credibility. Greece constitutes a cautionary example.

This is the most difficult of the three problem areas, and I do not claim to have a ready solution. Much depends on how the Greek crisis plays out. It might be possible to devise an orderly exit for a small country like Greece that could not be applied to a large one like Italy. In that case, the eurobond regime would have to carry sanctions from which there is no escape – something like a European finance ministry that has political as well as financial legitimacy which could emerge from the intense debate and soul-searching that is so badly needed (particularly in Germany).

One thing is certain: these three problem areas – reform and recapitalization of the banking system, a eurobond regime, and an exit mechanism – need to be resolved to make the euro a viable currency. But financial markets might not offer the respite necessary to put the new arrangements in place.

Under continued market pressure, the European Council might have to find a stopgap arrangement to avoid a calamity. It could authorize the ECB to lend directly to governments that cannot borrow from the markets on reasonable terms until a eurobond regime is introduced.

George Soros is Chairman of Soros Fund Management and of the Open Society Institute.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
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Futuro de la crisis económica y financiera: ideas para un crecimiento económico estable

Interesante reflexión de Roubini sobre la futura evolución de la crisis económica y financiera ¿Habrá una recaída en la recesión? E ideas para sentar las bases de una recuperación económica estable.




¿Está el capitalismo condenado al fracaso?


NEW YORK – La masiva volatilidad y la aguda corrección de los precios de las acciones que en la actualidad golpean a los mercados financieros globales son indicadores de que las economías más avanzadas se encuentran al borde de una recesión de doble caída. Una crisis financiera y económica causada por el exceso de deuda y apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría de las economías avanzadas dado el desapalancamiento doloroso.

Hoy en día una combinación de los precios altos del petróleo y productos básicos, los disturbios en el Oriente Medio, el terremoto y tsunami del Japón, la crisis de deuda de la eurozona y los problemas fiscales de Estados Unidos (y ahora la rebaja de su calificación crediticia) han llevado a un aumento masivo en la aversión al riesgo. Económicamente los Estados Unidos, la eurozona, el Reino Unido y el Japón funcionan al ralentí. Incluso los mercados emergentes en crecimiento (China, Asia emergente y América Latina), y las economías orientadas a la exportación que se basan en estos mercados (Alemania y Australia, un país rico en recursos naturales), están experimentando desaceleraciones agudas.

Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.

La política fiscal hoy en día es un lastre para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Incluso en los EE.UU., los gobiernos estatales y locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los impuestos.

Otra ronda de rescates para los bancos es políticamente inaceptable y económicamente inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en Europa, están tan estresados que los rescates no son asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en realidad, alimentando por la preocupación por la salud de los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de los cada vez más inestables valores gubernamentales.

Tampoco la política monetaria puede ser de mucha ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima del nivel objetivo. La Reserva Federal de EE.UU. probablemente inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará demasiado tarde. El año pasado la flexibilización cualitativa (QE2) de $600 millardos y de $1 billón de dólares en recortes de impuestos y transferencias logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre. Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el crecimiento.

La depreciación de la moneda no es una opción viable para todas las economías avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más débil y una mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta situación al mismo tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto seguirán el ejemplo.

Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre Francia también van en aumento. Sin embargo, Italia y España son países demasiado grandes para quebrar y demasiado grandes para ser rescatados. Por el momento, el Banco Central Europeo comprará algunos de sus bonos como un puente con el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, por el nombre en inglés) de la eurozona. Sin embargo, si Italia y/o España pierden su acceso al mercado, los €440 mil millones ($ 627 mil millones) del arca de guerra del EFSF podrían agotarse hasta finales de este año o principios del año 2012.

En ese momento, a menos que se tripliquen los fondos del EFSF – una medida a la que se opondría Alemania – la única opción que quedaría sería una reestructuración ordenada pero coercitiva de la deuda italiana y española, tal como ha ocurrido en Grecia. La reestructuración coercitiva de la deuda no garantizada de los bancos insolventes sería el siguiente paso. Por esta razón, aunque apenas ha empezado el proceso de desapalancamiento, se harán necesarias las reducciones de deuda si los países no pueden crecer o ahorrar o agrandarse por cuenta propia para salir de sus problemas de deuda.

Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.

Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China – y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes – son todas impulsadas ​​por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.

Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.

El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos.

Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es – igual que en la década de 1930 – interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social.

Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics, profesor en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York y coautor del libro Crisis Economics [Cómo salimos de ésta, Ediciones Destino, Barcelona, 2010; traducción de Eva Robledillo y Betty Trabal].

Copyright: Project Syndicate, 2011.
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Traducido del inglés por Rocio L. Barrientos.


martes, 16 de agosto de 2011

BCE, la Deuda Italiana y Española

Interesante articulo del Economist sobre el rescate de la Deuda Española e Italiana en los mercados.

Central bankers to the rescue?

They can buy a little time, but the real remedy must come from Western politicians

FLAT on its back, feeble and growing weaker, the rich world’s economy is in a sorry state. In the past week the signs of alarm at its condition have multiplied. In Europe yields on Italian and Spanish ten-yearbonds rose above 6%. America fretted at seeing its credit downgraded by one of the big ratings agencies. Around the world, stockmarkets tumbled, with some recording their biggest one-day falls since 2008. Bank shares were hit especially hard, a sign of stress in the financial system. Then the central banks stepped in (see article).

The European Central Bank (ECB) let it be known that it would support Spain and Italy by expanding its bond-buying programme. Meanwhile America’s Federal Reserve said it was likely to keep interest rates close to zero at least until mid-2013, and hinted that it might take other steps to support the economy. The Italian and Spanish bond yields fell back. The stockmarket declines paused, if only briefly as worries moved on to France. Even though the emerging economies are still growing strongly enough to maintain global growth, pessimism about Europe and America weighs on the whole world.

That pessimism is obviously rooted in the economic data, particularly from America, which suggest a sluggish recovery at best. But there is also the spectre of political risk. Having basically trusted politicians to sort things out for the past three years, investors have changed their mind. A lousy debt deal in Congress and the euro zone’s inability to confront its problems are not just bad in themselves; they reveal politicians who are either failing to help or are making matters worse.

This despair is also affecting business confidence. The latest Economist/FT global business barometer, a survey of managers around the world, shows that those who think conditions will worsen in the next six months outnumber those expecting improvement by 10.5 percentage points, a big reversal from the previous, bullish poll in May. American firms are wary about investing more of their copious cash pile (see Schumpeter). As long as that continues, the central bankers, even if they get things right, can offer only palliative care.

Sending for the surgeons
The stockmarket declines of recent weeks clearly do nothing for confidence, but nor are they a reason to panic. An adjustment for American equities was perhaps overdue: the S&P 500 had doubled since its low of March 2009, and the market’s cyclically adjusted price/earnings ratio of 20.7 on August 4th was well above its historical average of 16.4. Recoveries after financial busts are slow, as the private sector pays down debt. The bond market long ago recognised that reality. It may have at last sunk in with stockmarkets too. And America’s economy is still showing signs of life: in July it created a net 117,000 jobs—not nearly enough, but not evidence of a recession.

Yet the risk of America and other rich-world countries slipping into recession again is real. The root of the problem on both sides of the Atlantic is simple: too much debt, and too little political will to deal with its consequences. That points to where the danger really lies.

In the euro zone, the debt woes that started in small peripheral countries have spread to much-bigger Spain, Italy and perhaps even France. As usual, the crisis paused briefly after another emergency summit last month, only to resume with renewed menace when it became clear that the politicians had not done enough, leaving the banking system at risk. In Washington, DC, meanwhile, the squabbling politicians averted a default over the debt ceiling with a deal that is flawed on two counts: it enshrines short-term fiscal contraction when the economy needs a boost, and it fails to reduce the medium-term deficit. Hence the justified downgrade (see article).

How much can the central bankers do? In Europe the ECB’s intervention certainly had an effect where it mattered: yields on Spanish and Italian bonds came back down to 5%. Jean-Claude Trichet, the ECB’s president, would be wise to reverse the ill-advised rate rises of earlier this year: inflation in the euro zone has come down and should fall further as commodity prices retreat. But rates are pretty low, and the ECB is reluctant to stray into the fiscal realm with much more government-bond buying. Over at the Fed, Ben Bernanke should consider a third round of “quantitative easing” (buying bonds with newly created money). But the benefits are likely to be limited, and it might complicate life for emerging economies which could face a fresh surge of capital inflows.

Compare world debt levels over time with our updated interactive debt guide.Back to Barack, Angela & Co
Above all, there is a moral hazard in central-bank activism. It risks encouraging governments to sit back and let others do the work that they find too difficult themselves. That is both a dangerous abdication of responsibility and a missed opportunity.

In America Congress must rouse itself to provide both fiscal support in the short term—extending temporary payroll-tax cuts and unemployment insurance, and investment in infrastructure—and a credible plan to cut the deficit in the medium term through tax reform and tackling entitlements. There are bipartisan plans that do this. Mr Obama and his Republican adversaries have previously opened the door to such a grand bargain. A new deficit-reduction committee presents another opportunity. Cynics say it is naive to expect anything dramatic before the 2012 election; yet it is also naive to expect investors to be fobbed off with lame efforts like the debt-ceiling deal.

European leaders will face an ever starker choice between a break-up of the euro zone and a closer fiscal union. Saving the euro will require a far bigger rescue fund than the zone has currently been prepared to accept. A more robust idea from an economic perspective would be the ability to issue Eurobonds collectively backed by all the zone’s members. That would be a huge political decision, not something European voters should see introduced through the back door: but a commitment to do it would provide a clear end to this saga. Again, it is politically hard; but Germany’s Angela Merkel and France’s Nicolas Sarkozy are running out of options.

Central bankers can buy the politicians a little time on both sides of the Atlantic. It is up to them to use it.




http://www.economist.com/node/21525900

lunes, 15 de agosto de 2011

Euro y Deuda Publica en Europa

Interesante articulo sobre posibles soluciones a la situacion de la deuda en Europa.

Los episodios griego, irlandés y portugués de esta crónica europea en la que se ha convertido el mercado de deuda no fueron más que escaramuzas comparados con la madre de todas las batallas que se avecina en torno a la deuda italiana, con la española desgraciadamente a la intemperie. El desenlace marcará durante mucho tiempo las vidas de los europeos: o el alumbramiento de una integración fiscal europea que haga viable la unión monetaria, o la desintegración del euro. La superación definitiva de las tensiones sobre la deuda soberana europea es pues, hoy por hoy, una prioridad absoluta si queremos disponer de un marco estable para desarrollar políticas económicas que no dependan de las fiebres recurrentes de la prima de riesgo.

La conflagración es inevitable mientras los mercados observen que la eurozona no dispone de armamento pesado. En ciertos Estados mayores se esgrimen dos alternativas posibles para equiparse con un arsenal disuasorio. Una es ampliar la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) de manera contundente, llevando su techo actual de 440.000 millones de euros a unos dos billones (dos veces la riqueza total de España). Otra es la opción nuclear de emitir eurobonos garantizados por el conjunto de los Estados miembros de la eurozona.

Las dos opciones suponen una solidaridad financiera sin precedentes, solo concebible para los países que la asegurarán si viene acompañada de poderes efectivos para ejercer un control presupuestario estricto sobre los países que se beneficiarán de ella. Es decir, concesiones de gran calado por ambas partes que requerirán un tormentoso proceso de negociación durante el cual los mercados aprovecharán las divisiones internas de la eurozona para debilitar aún más la posición crediticia de sus países.

Se impone por tanto ampliar el abanico de opciones para salvar al euro con soluciones que permitan superar definitivamente las tensiones sobre la deuda sin alterar las fronteras de la solidaridad financiera. Una de ellas consiste en un sistema en el que los países vulnerables a las presiones de los mercados se comprometen a destinar sus ingresos fiscales al servicio de la deuda antes que a cualquier otro gasto. A cambio, el sistema les garantiza la compra de su deuda a un precio razonable, por el mercado o por el FEEF (véase propuesta detallada en la edición digital de EL PAÍS). Esta cláusula de primacía en el reparto de impuestos da a los mercados la garantía más sólida posible de que recuperarán su inversión. Es una regla asumible sin riesgo mayor por parte de cualquier país cuya economía y estructura fiscal aseguren un flujo de recaudación tributaria suficiente incluso en tiempos difíciles.

Un compromiso equivalente reza en la mayoría de las constituciones de los Estados de EE UU y les permite colocar deuda sin dificultades. Aquí no se trataría de modificar las constituciones, puesto que llevaría tiempo y nada garantiza a los mercados que el Estado en cuestión no volverá a modificar su constitución en sentido inverso si se ve abocado a la suspensión de pagos, sino de poner en marcha de manera acelerada un sistema europeo de deuda pública (SEDP) al cual se adhieran los Estados miembros de la eurozona que lo deseen, a excepción de Grecia por tratarse de un caso agudo aparte. La adhesión supone asumir el compromiso antes mencionado y aceptar una supervisión de la Comisión Europea que lo garantice. El precio de la deuda de los países del SEDP no estaría a merced de los mercados sino que lo fijaría la UE tomando en cuenta las condiciones de mercado y los fundamentos de la economía del país concernido. La FEEF aseguraría la liquidez adquiriendo los títulos de deuda de una emisión que eventualmente el mercado no haya suscrito íntegramente al precio ofrecido.

Las ventajas del SEDP son evidentes. En primer lugar, estabiliza definitivamente el mercado de deuda y asegura a sus miembros la posibilidad de financiarse en todo momento a un precio razonable. A medio plazo, la mayoría de los países de la eurozona desearán integrarse en el SEDP para pagar un precio menor por su deuda. Segundo, libera a sus miembros de los movimientos irracionales de los mercados y vuelve irrelevantes las notas de las agencias de calificación. Tercero, proporciona herramientas creíbles para asegurar la disciplina presupuestaria en el seno de la eurozona. Finalmente, conlleva una mayor integración fiscal que proporcionará estabilidad definitiva al euro. Con el paso del tiempo, una vez el SEDP consolidado, el paso hacia un Tesoro europeo será una mera formalidad.

Antonio Quero es militante del PSOE Europa y coordinador de la iniciativa Ganar 2012.
El Phttp://www.elpais.com/articulo/economia/sistema/europeo/deuda/elpepueco/20110815elpepieco_6/Tesais 15/08/2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Crisis economica y financera mundial: problemas sin resolver

Interesante articulo de Stiglitz sobre la evolucion de la crisis y lo que esta sucediendo tanto en la economia real como en la financiera. No se estan tomando las medidas adecuadas para aumentar el crecimiento economico y generar empleo, la mejor manera de aumentar la recaudacion fiscal y equilibrar los presupuestos, ni se estan tomando las medidas de regulacion del sistema financiero por los Bancos Centrales para evitar ataques especulativos contra la estabilidad del sistema. Muchas cuestiones por resolver que nos ponen ante varios años de bajo crecimiento y alto desempleo.




2011-08-05
Un contagio de malas ideas


NUEVA YORK – La Gran Recesión de 2008 se ha transformado en la Recesión del Atlántico Norte: son principalmente Europa y los Estados Unidos, no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y los Estados Unidos los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta –recortes masivos del gasto– garantiza que niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) continúen durante años.

La Unión Europea finalmente se ha comprometido a ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No tenía opción: la agitación financiera amenazaba con difundirse desde países pequeños como Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y la propia supervivencia del euro enfrentaba peligros crecientes. Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los países en problemas serían inmanejables a menos que sus economías pudiesen crecer, y que el crecimiento no se lograría sin ayuda.

Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos. La austeridad resultante retrasará el crecimiento europeo y con ello el de sus economías con mayores problemas: después de todo, nada ayudaría más a Grecia que el crecimiento robusto de sus socios comerciales. Y el bajo crecimiento dañará la recaudación tributaria, socavando la meta proclamada de consolidación fiscal.

Las discusiones previas a la crisis ilustraron lo poco que se había hecho para reparar los fundamentos económicos. La oposición vehemente del Banco Central Europeo a algo esencial para todas las economías capitalistas –la reestructuración de la deuda de las entidades en quiebra o insolventes– evidencia la continua fragilidad del sistema bancario occidental.

El BCE argumentó que los contribuyentes deberían hacerse cargo del costo total de la deuda soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier participación del sector privado (PSP) pudiese disparar un «evento crediticio» que forzara importantes erogaciones sobre los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) y posiblemente fomentara mayores problemas financieros. Pero, si ese es un miedo real del BCE –si no se trata meramente de actuar en favor de los prestamistas privados– tendría que haber exigido a los bancos que mantengan más capital.

Además, el BCE tendría que haber prohibido a los bancos operar en el riesgoso mercado de los CDS, donde son rehenes de las decisiones de las agencias de calificación sobre lo que constituye un «evento crediticio». En efecto, un logro positivo de los líderes europeos en la reciente cumbre de Bruselas fue comenzar el proceso de limitar tanto al BCE como al poder de las agencias de calificación estadounidenses.

De hecho, el aspecto más curioso de la posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos del gobierno reestructurados como garantía si las agencias de calificación decidían que la reestructuración debía clasificarse como un evento crediticio. La idea de la reestructuración era liquidar deuda y lograr que al resto fuese más manejable. Si los bonos eran aceptables como garantía antes de la reestructuración, ciertamente serían más seguros después de ella y, por lo tanto, igualmente aceptables.

Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos centrales son instituciones políticas con una agenda política, y que los bancos centrales independientes tienden a ser capturados (al menos «cognitivamente») por los bancos a los que supuestamente deben regular.

Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al gobierno de los EE. UU., confirmando lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen.

Como resultado, el presidente Barack Obama consintió una estrategia desequilibrada de reducción de la deuda, sin aumentos de impuestos –ni siquiera para los millonarios a quienes les ha ido tan bien durante las últimas dos décadas, y sin siquiera eliminar las dádivas impositivas a las empresas petroleras, que socavan la eficiencia económica y contribuyen a la degradación ambiental.

Los optimistas argumentan que el impacto macroeconómico de corto plazo del acuerdo para aumentar el tope del endeudamiento estadounidense y evitar la cesación de pagos de la deuda soberana será limitado: recortes en el gasto de aproximadamente $25 millardos para el año próximo. Pero el recorte en los impuestos salariales (que contribuía con más de $100 millardos al bolsillo del ciudadano común estadounidense) no fue renovado, y seguramente las empresas, anticipando las consecuencias contractivas, serán aún más renuentes a otorgar créditos.

La cesación del estímulo es en sí misma contractiva. Y, a medida que los precios de los inmuebles continúan cayendo, que el crecimiento del PBI vacila y el desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más estímulo y no austeridad –incluso para equilibrar el presupuesto. El impulsor más importante del crecimiento del déficit es la baja recaudación fiscal debida a un pobre desempeño económico; el mejor remedio sería que los EE. UU. vuelvan al trabajo. El reciente acuerdo de la deuda es una jugada en la dirección equivocada.

Ha habido mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y los Estados Unidos. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense jugaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para los EE. UU. –especialmente considerando la fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo papel respecto de los poco transparentes CDS.

Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto será también válido para el estancamiento que esas políticas conllevarán.

Joseph E. Stiglitz es profesor universitario en Columbia University, Premio Nobel de economía y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy (Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial).

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Traducido al español por Leopoldo Gurman