lunes, 5 de diciembre de 2011

Desigualdad en el nivel mas alto de los ultimos 30 años

La desigualdad ha crecido en todos los países de la OCDE, que une a la grandes economías y las potencias emergentes, hasta alcanzar el nivel más alto en 30 años. Los ingresos medios del 10% más rico de la población es nueve veces el promedio del 10% de los más pobles, según el informe que acaba de hacer público la OCDE.

La brecha entre ricos y pobres ha crecido incluso en países tradicionalmente igualitarios, como Alemania, Dinamarca y Suecia, de 5 veces a una en 1980 a seis veces a uno en la actualidad. Esta desigualdad es mayor, de 10 a uno, en Italia, Japón, Corea y Reino Unidos mientras que en Israel, Turquía y Estados Unidos alcanza las 14 veces a uno.Se lleva la palma el ahora tan admirado Brasil, con una distancia en los ingresos de 50 veces a uno, aunque se ha reducido la desigualdad en la última década. Los datos alcanzan hasta 2008, con lo que no recogen el impacto de la crisis económica mundial.

España, con 11 veces a una, se sitúa por debajo de Estados Unidos, Portugal y Reino Unido, pero por encima de Alemania y Francia. La desigualdad ha disminuido desde mediados de los años 80 si se miran los datos hasta 2008, aunque si se recogen hasta 2010, las cifras de Eurostat muestran cómo la desigualdad se ha disparado.


"El contrato social se está empezando a deshacer en muchos países. Este estudio hace desvanecerse la asunción de que los beneficios del crecimiento económico goteará automáticamente a los desfavorecidos y que la mayor desigualdad fomenta la movilidad social. Sin una estrategia para el crecimiento inclusivo, la desigualdad seguirá creciendo", ha advertido esta mañana Angel Gurría, el secretario general de la OCDE, al presentar el informe en París.

La creciente desigualdad entre salarios es lo que ha disparado la brecha social, debido, por una parte, a que el beneficio ha ido mejorando para los más formandos y empeorando para los empleados de menor cualificación y, por otra, a la proliferación de trabajos a tiempo parcial o jornadas flexibles, según la OCDE. Además, los impuestos, que sirven para reducir esta desigualdades, han resultado menos efectivos en la redistribución de ingresos desde mediados de los 90.

Otro factor ha sido el recorte en los impuestos a los que más ganan, según la OCDE.

"No hay nada inevitable entre estas altas y crecientes desigualdades", ha dicho Gurría. El informe, sostiene, indica que la mejora de la formación de los trabajadores es de lejos el mejor instrumento para contener la creciente brecha entre ingresoso. Pero la OCDE también pide a los gobiernos "que resiven su sistema fiscal para asegurar que los más ricos contribuyen en su justa medida en el pago de impuestos".

el pais
http://www.elpais.com/articulo/economia/brecha/ricos/pobres/alcanza/nivel/alto/anos/elpepueco/20111205elpepueco_6/Tes

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fiscal austery: the right answer to the crisis?

Some Krugman's food for thought


November 30, 2011, 10:24 am
Bleeding Britain
These days, ambulance-chaser economists like yours truly have an embarrassment of riches: so much is going wrong, in so many places, that one hardly knows where to start.

But let’s spare a moment for a disaster that’s being overshadowed by the euro crisis: Britain’s experiment in austerity.

When the Cameron government came in, it was fully invested in the doctrine of expansionary austerity. Officials told everyone to read the Alesina/Ardagna paper (which is succinctly criticized by Christy Romer (pdf)), cited Ireland as a success story, and in general assured everyone that they could call the confidence fairy from the vasty deep.

Now it turns out that contractionary policy is contractionary after all. As a result, despite all the austerity, deficits remain high. So what is to be done? More austerity!

Underlying the drive for even more austerity is the belief that the underlying economic potential of the British economy has fallen sharply, and will grow only slowly from now on. But why? There’s a discussion in the Office for Budget Responsibility report, p. 54, that basically throws up its hands — hey, these things happen after financial crises, it says, and cites an IMF report (pdf).

So I wonder: did they read the abstract of that report? Because here’s what it says:

Short-run fiscal and monetary stimulus is associated with smaller medium-run deviations of output and growth from the precrisis trend.

That is, history says that a financial crisis reduces long-run growth potential if policymakers don’t limit the short-run damage it does.

And yet what’s happening in Britain now is that depressed estimates of long-run potential are being used to justify more austerity, which will depress the economy even further in the short run, leading to further depression of long-run potential, leading to …

It really is just like a medieval doctor bleeding his patient, observing that the patient is getting sicker, not better, and deciding that this calls for even more bleeding.

And the truly awful thing is that Cameron and Osborne are so deeply identified with the austerity doctrine that they can’t change course without effectively destroying themselves politically.

As the Brits would say, brilliant. Just brilliant.

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November 30, 2011, 8:49 am
Questions Of Confidence
Some readers have asked why, given my scornful discussions of the “confidence fairy” story about fiscal austerity (will that be my lasting contribution to economic discourse?), I’m willing to take seriously the idea that ECB rate hikes had a huge impact via expectations.

That’s a good question, but I do have answers.

First of all, the ECB story is about the bond market; the expansionary austerity story isn’t. Instead, to believe that fiscal contraction will lead to higher consumption and investment spending you have to believe that consumers and firms will make major changes in their current behavior based on perceptions about taxes and spending years in the future. And that’s just a lot less plausible. The likes of Pimco are out there trying to figure out the implications of ECB behavior, and investing accordingly; how many families do you know deciding on holiday purchases based on expectations of tax policy in 2014?

Second, the monetary story is a lot more concrete. The ECB’s readiness to raise rates despite low core inflation and high unemployment tells you a lot about the likelihood that it would choke off the modest rise in inflation needed to make the eurozone adjustment feasible. Do Cameron’s budget cuts convey any comparable information about future UK taxes and/or solvency? I don’t think so.

Finally, the whole euro situation is fraught with multiple equilibria and the risk of self-fulfilling panics — which means that there can sometimes be disproportionate responses in a way that doesn’t make sense when we’re talking about budget cuts.

So yes, expectations can matter; but some expectational arguments are more equal than others.

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martes, 8 de noviembre de 2011

la globalizacion de la protesta y las desigaldades

NUEVA YORK – El movimiento de protesta que nació en enero en Túnez, para luego extenderse a Egipto y de allí a España, ya es global: la marea de protestas llegó a Wall Street y a diversas ciudades de Estados Unidos. La globalización y la tecnología moderna ahora permiten a los movimientos sociales trascender las fronteras tan velozmente como las ideas. Y la protesta social halló en todas partes terreno fértil: hay una sensación de que el “sistema” fracasó, sumada a la convicción de que, incluso en una democracia, el proceso electoral no resuelve las cosas, o por lo menos, no las resuelve si no hay de por medio una fuerte presión en las calles.

En mayo visité el escenario de las protestas tunecinas; en julio, hablé con los indignados españoles; de allí partí para reunirme con los jóvenes revolucionarios egipcios en la plaza Tahrir de El Cairo; y hace unas pocas semanas, conversé en Nueva York con los manifestantes del movimiento Ocupar Wall Street. Hay una misma idea que se repite en todos los casos, y que el movimiento OWS expresa en una frase muy sencilla: “Somos el 99%”.

Este eslogan remite al título de un artículo que publiqué hace poco. El artículo se titula “Del 1%, por el 1% y para el 1%”, y en él describo el enorme aumento de la desigualdad en los Estados Unidos: el 1% de la población controla más del 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los ingresos. Y los miembros de este selecto estrato no siempre reciben estas generosas gratificaciones porque hayan contribuido más a la sociedad (esta justificación de la desigualdad quedó totalmente vaciada de sentido a la vista de las bonificaciones y de los rescates); sino que a menudo las reciben porque, hablando mal y pronto, son exitosos (y en ocasiones corruptos) buscadores de rentas.

No voy a negar que dentro de ese 1% hay algunas personas que dieron mucho de sí. De hecho, los beneficios sociales de muchas innovaciones reales (por contraposición a los novedosos “productos” financieros que terminaron provocando un desastre en la economía mundial) suelen superar con creces lo que reciben por ellas sus creadores.

Pero, en todo el mundo, la influencia política y las prácticas anticompetitivas (que a menudo se sostienen gracias a la política) fueron un factor central del aumento de la desigualdad económica. Una tendencia reforzada por sistemas tributarios en los que un multimillonario como Warren Buffett paga menos impuestos que su secretaria (como porcentaje de sus respectivos ingresos) o donde los especuladores que contribuyeron a colapsar la economía global tributan a tasas menores que quienes ganan sus ingresos trabajando.

Se han publicado en estos últimos años diversas investigaciones que muestran lo importantes que son las ideas de justicia y lo arraigadas que están en las personas. Los manifestantes de España y de otros países tienen derecho a estar indignados: tenemos un sistema donde a los banqueros se los rescató, y a sus víctimas se las abandonó para que se las arreglen como puedan. Para peor, los banqueros están otra vez en sus escritorios, ganando bonificaciones que superan lo que la mayoría de los trabajadores esperan ganar en toda una vida, mientras que muchos jóvenes que estudiaron con esfuerzo y respetaron todas las reglas ahora están sin perspectivas de encontrar un empleo gratificante.

El aumento de la desigualdad es producto de una espiral viciosa: los ricos rentistas usan su riqueza para impulsar leyes que protegen y aumentan su riqueza (y su influencia). En la famosa sentencia del caso Citizens United, la Corte Suprema de los Estados Unidos dio a las corporaciones rienda suelta para influir con su dinero en el rumbo de la política. Pero mientras los ricos pueden usar sus fortunas para hacer oír sus opiniones, en la protesta callejera la policía no me dejó usar un megáfono para dirigirme a los manifestantes del OWS.

A nadie se le escapó este contraste: por un lado, una democracia hiperregulada, por el otro, la banca desregulada. Pero los manifestantes son ingeniosos: para que todos pudieran oírme, la multitud repetía lo que yo decía; y para no interrumpir con aplausos este “diálogo”, expresaban su acuerdo haciendo gestos elocuentes con las manos.

Tienen razón los manifestantes cuando dicen que algo está mal en nuestro “sistema”. En todas partes del mundo tenemos recursos subutilizados (personas que desean trabajar, máquinas ociosas, edificios vacíos) y enormes necesidades insatisfechas: combatir la pobreza, fomentar el desarrollo, readaptar la economía para enfrentar el calentamiento global (y esta lista es incompleta). En los Estados Unidos, en los últimos años se ejecutaron más de siete millones de hipotecas, y ahora tenemos hogares vacíos y personas sin hogar.

Una crítica que se les hace a los manifestantes es que no tienen un programa. Pero eso supone olvidar cuál es el sentido de los movimientos de protesta. Son ellos una expresión de frustración con el proceso electoral. Son una alarma.

Las protestas globalifóbicas de 1999 en Seattle, en lo que estaba previsto como la inauguración de una nueva ronda de conversaciones comerciales, llamaron la atención sobre las fallas de la globalización y de las instituciones y los acuerdos internacionales que la gobiernan. Cuando los medios de prensa examinaron los reclamos de los manifestantes, vieron que contenían mucho más que una pizca de verdad. Las negociaciones comerciales subsiguientes fueron diferentes (al menos en principio, se dio por sentado que serían una ronda de desarrollo y que buscarían compensar algunas de las deficiencias señaladas por los manifestantes) y el Fondo Monetario Internacional encaró después de eso algunas reformas significativas.

Es similar a lo que ocurrió en la década de 1960, cuando en Estados Unidos los manifestantes por los derechos civiles llamaron la atención sobre un racismo omnipresente e institucionalizado en la sociedad estadounidense. Aunque todavía no nos hemos librado de esa herencia, la elección del presidente Barack Obama muestra hasta qué punto esas protestas fueron capaces de cambiar a los Estados Unidos.

En un nivel básico, los manifestantes actuales piden muy poco: oportunidades para emplear sus habilidades, el derecho a un trabajo decente a cambio de un salario decente, una economía y una sociedad más justas. Sus esperanzas son evolucionarias, no revolucionarias. Pero en un nivel más amplio, están pidiendo mucho: una democracia donde lo que importe sean las personas en vez del dinero, y un mercado que cumpla con lo que se espera de él.

Ambos objetivos están vinculados: ya hemos visto cómo la desregulación de los mercados lleva a crisis económicas y políticas. Los mercados solo funcionan como es debido cuando lo hacen dentro de un marco adecuado de regulaciones públicas; y ese marco solamente puede construirse en una democracia que refleje los intereses de todos, no los intereses del 1%. El mejor gobierno que el dinero puede comprar ya no es suficiente.

Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
Traducción: Esteban Flamini
Si desea oír una grabación de este comentario en inglés, siga este vínculo:
http://traffic.libsyn.com/projectsyndicate/stiglitz144.mp3

miércoles, 26 de octubre de 2011

Cuando la austeridad fiscal falla para resolver la crisis

A menudo me quejo, con razón, sobre el estado del debate económico en Estados Unidos. Y la irresponsabilidad de algunos políticos -como los republicanos que afirman que el impago de la deuda de Estados Unidos no sería gran cosa- da miedo.

España sufre en los mercados por la crisis griega y la resaca electoral
Los sindicatos responden con otra huelga general a los nuevos recortes en Grecia
Grecia, Irlanda y Portugal no pueden y no pagarán todas sus deudas, aunque España podría arreglárselas
Pero al menos en EE UU los fanáticos del dolor, aquellos que sostienen que subir los tipos de interés y recortar el gasto público ante el desempleo masivo mejorará de alguna manera las cosas en lugar de empeorarlas, se topan con alguna resistencia de la Reserva Federal y del Gobierno de Obama.

En Europa, por el contrario, los fanáticos del dolor han estado al mando más de un año, insistiendo en que el dinero prudente y el equilibrio presupuestario son la respuesta a todos los problemas. Detrás de esta insistencia ha habido fantasías económicas, en particular la creencia en el hada de la confianza, es decir, la creencia en que recortar el gasto en realidad va a crear puestos de trabajo, porque la austeridad fiscal mejorará la confianza del sector privado.

Por desgracia, el hada de la confianza sigue negándose a hacer acto de presencia. Y la disputa sobre cómo manejar la incómoda realidad amenaza con convertir a Europa en el epicentro de una nueva crisis financiera.

Tras la creación del euro en 1999, los países europeos que habían sido considerados de riesgo, y que por ello se topaban con límites a la cantidad que podían pedir prestada, comenzaron a experimentar enormes entradas de capital. Después de todo, pensaron aparentemente los inversores, Grecia / Portugal / Irlanda / España eran miembros de una unión monetaria europea, así que ¿qué podía salir mal?

La respuesta a esa pregunta es ahora, por supuesto, dolorosamente evidente. El Gobierno de Grecia, al verse a sí mismo capaz de endeudarse a tipos ligeramente superiores a los de Alemania, asumió demasiada deuda. Los Gobiernos de Irlanda y España no lo hicieron (Portugal está en un punto intermedio), pero sus bancos sí, y cuando la burbuja estalló, los contribuyentes se encontraron atrapados por las deudas bancarias. El problema se agravó por el hecho de que el auge de 1999 a 2007 dejó los precios y los costes en los países deudores lejos de los de sus vecinos.

¿Qué hacer? Los líderes europeos ofrecen préstamos de emergencia a las naciones en crisis, pero solo a cambio de promesas de imponer programas de austeridad salvaje, principalmente con enormes recortes de gastos. Las objeciones acerca de que estos programas se autodestruyen -no solo causan un gran daño directo, sino que también podrían, por el empeoramiento de la crisis económica, reducir los ingresos- se descartaron por las buenas. La austeridad en realidad sería expansiva, se afirmó, ya que mejoraría la confianza.

Nadie hizo tan suya la doctrina de la austeridad expansiva que Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo (BCE). Bajo su dirección, el banco comenzó a predicar la austeridad como un elixir económico universal que debe imponerse inmediatamente en todas partes, incluso en países como Reino Unido y Estados Unidos que todavía tienen un desempleo elevado y no se enfrentan a presión alguna de los mercados financieros.

Pero como he dicho, el hada de la confianza no se ha presentado. Los países europeos con problemas de deuda están, como deberíamos haber esperado, sufriendo un mayor deterioro económico gracias a los programas de austeridad, y la confianza se está hundiendo en vez de aumentar. Ahora está claro que Grecia, Irlanda y Portugal no pueden y no pagarán sus deudas en su totalidad, aunque España podría arreglárselas para aguantar.

Siendo realistas, pues, Europa tiene que prepararse para algún tipo de reducción de la deuda, que implique una combinación de ayuda de las economías más fuertes y quitas aplicadas a los acreedores privados, que tendrán que aceptar menos que el reembolso total. El realismo, sin embargo, parece andar escaso.

Por un lado, Alemania está adoptando una posición dura contra nada que se parezca a una ayuda a sus vecinos con problemas, a pesar de que una motivación importante para el actual programa de rescate fue el intento de proteger a los bancos alemanes de las pérdidas.

Por otro lado, el BCE está actuando como si estuviera decidido a provocar una crisis financiera. Ha empezado a subir los tipos de interés, a pesar de la terrible situación de muchas economías europeas. Y los funcionarios del Banco Central Europeo han advertido contra cualquier forma de reestructuración que alivie la deuda. De hecho, la semana pasada un miembro del consejo de gobierno sugirió que incluso una leve reestructuración de los bonos griegos haría que el BCE dejase de aceptar esos bonos como garantía de los préstamos a los bancos griegos. Esto equivalía a una declaración de que si Grecia busca aliviar su deuda, el BCE desenchufaría el sistema bancario griego, que depende de manera crucial de sus préstamos.

Si los bancos griegos se derrumban, eso bien podría obligar a Grecia a salir de la zona euro, y es muy fácil ver cómo podría empezar un dominó financiero en gran parte de Europa. Entonces, ¿en qué está pensando el BCE?

Intuyo que simplemente no está dispuesto a afrontar el fracaso de sus fantasías. Y si esto suena muy estúpido, bueno, ¿quién dijo que la sabiduría gobierna el mundo?

Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008. © The New York Times, 2011.

La crisis del euro

LA CRISIS DEL EURO. PAUL KRUGMAN.

LA DEPRESIÓN MENOR. PUBLICADO EN EL PAÍS


Esta es una época interesante, y lo digo en el peor sentido de la palabra. Ahora mismo, estamos viendo no una sino dos crisis inminentes, cada una de las cuales podría provocar un desastre mundial. En Estados Unidos, los fanáticos de derechas del Congreso pueden bloquear un necesario aumento del tope de la deuda, lo que posiblemente haría estragos en los mercados financieros mundiales.


Mientras tanto, si el plan que acaban de pactar los jefes de Estado europeos no logra calmar los mercados, podríamos ver un efecto dominó por todo el sur de Europa, lo cual también haría estragos en los mercados financieros mundiales.


Solamente podemos esperar que los políticos congregados en Washington y Bruselas consigan esquivar estas amenazas. Pero hay una pega: aun cuando nos las arreglemos para evitar una catástrofe inmediata, los acuerdos que se están alcanzando a ambos lados del Atlántico van a empeorar la crisis económica casi con toda seguridad.


De hecho, los responsables políticos parecen decididos a perpetuar lo que he dado en llamar la Depresión Menor, el prolongado periodo de paro elevado que empezó con la Gran Recesión de 2007-2009 y que continúa hasta el día de hoy, más de dos años después de que la recesión supuestamente terminase.


Hablemos un momento sobre por qué nuestras economías están (todavía) tan deprimidas. La gran burbuja inmobiliaria de la década pasada, que fue un fenómeno tanto estadounidense como europeo, estuvo acompañada por un enorme aumento de la deuda familiar. Cuando la burbuja estalló, la construcción de viviendas cayó en picado, al igual que el gasto de los consumidores a medida que las familias cargadas de deudas hacían recortes.


Aun así, todo podría haber ido bien si otros importantes actores económicos hubiesen incrementado su gasto y llenado el hueco dejado por el desplome de la vivienda y el retroceso del consumo. Pero ninguno lo hizo. En concreto, las empresas que disponen de capital no ven motivos para invertir ese capital en un momento en el que la demanda de los consumidores es débil.


Los Gobiernos tampoco hicieron demasiado por ayudar. Algunos de ellos -los de los países más débiles de Europa y los Gobiernos estatales y locales de EE UU- se vieron de hecho obligados a recortar drásticamente el gasto ante la caída de los ingresos. Y los comedidos esfuerzos de los Gobiernos más fuertes -incluido, sí, el plan de estímulo de Obama- apenas bastaron, en el mejor de los casos, para compensar esta austeridad forzosa.


Así que tenemos unas economías deprimidas. ¿Qué proponen hacer al respecto los responsables políticos? Menos que nada. La desaparición del paro de la retórica política de la élite y su sustitución por el pánico al déficit han sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la opinión pública. En un sondeo reciente de CBS News/The New York Times, el 53% de los ciudadanos mencionaba la economía y el empleo como los problemas más importantes a los que nos enfrentamos, mientras que solo el 7% mencionaba el déficit. Tampoco es una respuesta a la presión del mercado. Los tipos de interés de la deuda de EE UU siguen cerca de sus mínimos históricos.


Pero las conversaciones en Washington y Bruselas solo tratan sobre recortes del gasto (y puede que subidas de impuestos, es decir, revisiones). Esto es claramente cierto en el caso de las diversas propuestas que se están tanteando para resolver la crisis del tope de la deuda en Estados Unidos. Pero es igual de cierto en Europa.


El jueves, los "jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro y las instituciones de la UE" -este trabalenguas da idea, por sí solo, de lo confuso que se ha vuelto el sistema de gobierno europeo- publicaban su gran declaración. No era tranquilizadora.


Para empezar, resulta difícil creer que la compleja y estrambótica ingeniería financiera que la declaración propone pueda resolver realmente la crisis griega, por no hablar de la crisis europea en general.


Pero, aunque así fuera, ¿qué pasará después? La declaración pide unas drásticas reducciones del déficit "en todos los países salvo en aquellos con un programa" que debe entrar en vigor "antes de 2013 como muy tarde". Dado que esos países "con un programa" se ven obligados a observar una estricta austeridad fiscal, esto equivale a un plan para que toda Europa reduzca drásticamente el gasto al mismo tiempo. Y no hay nada en los datos europeos que indique que el sector privado vaya a estar dispuesto a cargar con el muerto en menos de dos años.


Para aquellos que conocen la historia de la década de 1930, esto resulta demasiado familiar. Si alguna de las actuales negociaciones sobre la deuda fracasa, podríamos estar a punto de revivir 1931, el hundimiento bancario mundial que hizo grande la Gran Depresión. Pero si las negociaciones tienen éxito, estaremos listos para repetir el gran error de 1937: la vuelta prematura a la contracción fiscal que dio al traste con la recuperación económica y garantizó que la depresión se prolongase hasta que la II Guerra Mundial finalmente proporcionó el impulso que la economía necesitaba.


¿He mencionado que el Banco Central Europeo -aunque, afortunadamente, no la Reserva Federal- parece decidido a empeorar aún más las cosas subiendo los tipos de interés?


Hay una antigua cita, atribuida a distintas personas, que siempre me viene a la mente cuando observo la política pública: "No sabes, hijo mío, con qué poca sabiduría se gobierna el mundo". Ahora esa falta de sabiduría se pone plenamente de manifiesto, cuando las élites políticas de ambos lados del Atlántico malogran la respuesta al trauma económico haciendo caso omiso de las lecciones de la historia. Y la Depresión Menor continúa.


Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011. New York Times Service. Traducción de News Clips.

martes, 11 de octubre de 2011

Recuperacion Economica: algunas claves

Excelente articulo de Stiglitz sobre las claves para la recuperacion economica


As the economic slump that began in 2007 persists, the question on everyone’s minds is obvious: Why? Unless we have a better understanding of the causes of the crisis, we can’t implement an effective recovery strategy. And, so far, we have neither.

We were told that this was a financial crisis, so governments on both sides of the Atlantic focused on the banks. Stimulus programs were sold as being a temporary palliative, needed to bridge the gap until the financial sector recovered and private lending resumed. But, while bank profitability and bonuses have returned, lending has not recovered, despite record-low long- and short-term interest rates.

The banks claim that lending remains constrained by a shortage of creditworthy borrowers, owing to the sick economy. And key data indicate that they are at least partly right. After all, large enterprises are sitting on a few trillion dollars in cash, so money is not what is holding them back from investing and hiring. Some, perhaps many, small businesses are, however, in a very different position; strapped for funds, they can’t grow, and many are being forced to contract.

Still, overall, business investment – excluding construction – has returned to 10% of GDP (from 10.6% before the crisis). With so much excess capacity in real estate, confidence will not recover to its pre-crisis level anytime soon, regardless of what is done to the banking sector.

The financial sector’s inexcusable recklessness, given free rein by mindless deregulation, was the obvious precipitating factor of the crisis. The legacy of excess real-estate capacity and over-leveraged households makes recovery all the more difficult.

But the economy was very sick before the crisis; the housing bubble merely papered over its weaknesses. Without bubble-supported consumption, there would have been a massive shortfall in aggregate demand. Instead, the personal saving rate plunged to 1%, and the bottom 80% of Americans were spending, every year, roughly 110% of their income. Even if the financial sector were fully repaired, and even if these profligate Americans hadn’t learned a lesson about the importance of saving, their consumption would be limited to 100% of their income. So anyone who talks about the consumer “coming back” – even after deleveraging – is living in a fantasy world.

Fixing the financial sector was necessary for economic recovery, but far from sufficient. To understand what needs to be done, we have to understand the economy’s problems before the crisis hit.

First, America and the world were victims of their own success. Rapid productivity increases in manufacturing had outpaced growth in demand, which meant that manufacturing employment decreased. Labor had to shift to services.

The problem is analogous to that which arose at the beginning of the twentieth century, when rapid productivity growth in agriculture forced labor to move from rural areas to urban manufacturing centers. With a decline in farm income in excess of 50% from 1929 to 1932, one might have anticipated massive migration. But workers were “trapped” in the rural sector: they didn’t have the resources to move, and their declining incomes so weakened aggregate demand that urban/manufacturing unemployment soared.

For America and Europe, the need for labor to move out of manufacturing is compounded by shifting comparative advantage: not only is the total number of manufacturing jobs limited globally, but a smaller share of those jobs will be local.

Globalization has been one, but only one, of the factors contributing to the second key problem – growing inequality. Shifting income from those who would spend it to those who won’t lowers aggregate demand. By the same token, soaring energy prices shifted purchasing power from the United States and Europe to oil exporters, who, recognizing the volatility of energy prices, rightly saved much of this income.

The final problem contributing to weakness in global aggregate demand was emerging markets’ massive buildup of foreign-exchange reserves – partly motivated by the mismanagement of the 1997-98 East Asia crisis by the International Monetary Fund and the US Treasury. Countries recognized that without reserves, they risked losing their economic sovereignty. Many said, “Never again.” But, while the buildup of reserves – currently around $7.6 trillion in emerging and developing economies – protected them, money going into reserves was money not spent.

Where are we today in addressing these underlying problems? To take the last one first, those countries that built up large reserves were able to weather the economic crisis better, so the incentive to accumulate reserves is even stronger.

Similarly, while bankers have regained their bonuses, workers are seeing their wages eroded and their hours diminished, further widening the income gap. Moreover, the US has not shaken off its dependence on oil. With oil prices back above $100 a barrel this summer – and still high – money is once again being transferred to the oil-exporting countries. And the structural transformation of the advanced economies, implied by the need to move labor out of traditional manufacturing branches, is occurring very slowly.

Government plays a central role in financing the services that people want, like education and health care. And government-financed education and training, in particular, will be critical in restoring competitiveness in Europe and the US. But both have chosen fiscal austerity, all but ensuring that their economies’ transitions will be slow.

The prescription for what ails the global economy follows directly from the diagnosis: strong government expenditures, aimed at facilitating restructuring, promoting energy conservation, and reducing inequality, and a reform of the global financial system that creates an alternative to the buildup of reserves.

Eventually, the world’s leaders – and the voters who elect them – will come to recognize this. As growth prospects continue to weaken, they will have no choice. But how much pain will we have to bear in the meantime?

Joseph E. Stiglitz is University Professor at Columbia University, a Nobel laureate in economics, and the author of Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org


lunes, 12 de septiembre de 2011

Plan de empleo de Obama

Interesante articulo de Krugman sobre el nuevo plan de incentivo al crecimiento economico y empleo de Estados Unidos. Mientras en Europa se sigue con recortes y ajustes de deuda, quien saldra antes de la crisis?

Empecemos por el principio: me ha sorprendido agradablemente el nuevo plan de empleo de Obama, que es considerablemente más audaz y mejor de lo que esperaba. No es ni mucho menos tan audaz como el plan que yo habría deseado en un mundo ideal. Pero si realmente se convierte en ley, es probable que reduzca considerablemente el desempleo. Naturalmente, no es probable que se convierta en ley, gracias a la oposición del Partido Republicano. Tampoco es probable que ocurra ninguna otra cosa que sirva de mucho para ayudar a los 14 millones de estadounidenses en paro. Y eso es una tragedia además de un escándalo.

Al presentar algo más grande y eficaz de lo esperado, Obama abre el debate sobre el empleo
Antes de pasar al plan de Obama, permítanme hablar del otro discurso económico importante de la semana, el que ha dado Charles Evans, el presidente de la Reserva Federal de Chicago. Evans ha dicho, sin rodeos, lo que algunos de nosotros llevamos ya años esperando oír de los funcionarios de la Reserva. Como Evans ha señalado, la Reserva Federal, tanto desde el punto de vista legal como desde el de la responsabilidad social, debería tratar de mantener bajos tanto el paro como la inflación; y aunque parece probable que la inflación se mantenga cerca o por debajo del objetivo de la Reserva de alrededor del 2%, el paro sigue estando por las nubes.
¿Y cómo debería estar reaccionando la Reserva Federal? Evans decía: "Supongan que la inflación estuviese en el 5%, frente a nuestro objetivo del 2%. ¿Existe alguna duda de que cualquier gobernador de un banco central que se precie reaccionaría enérgicamente para combatir esa alta tasa de inflación? No, no la hay. Se comportaría como si se le estuviese quemando el pelo. Debemos actuar con un ímpetu similar respecto a la mejora de las condiciones del mercado laboral".
Pero es evidente que a la Reserva Federal no se le está quemando el pelo, y que por lo visto la mayoría de los políticos no ven ninguna urgencia en la situación. Estos días, los mejores de ellos -o en todo caso los hombres y mujeres presuntamente sabios que se supone deben ocuparse del bienestar del país- carecen de toda convicción, mientras que los peores, representados por gran parte del Partido Republicano, están llenos de una intensidad apasionada. Así que se está abandonando a los parados.
Bien, respecto al plan de Obama: requiere unos 200.000 millones de dólares en nuevo gasto -gran parte del mismo en cosas que necesitamos en cualquier caso como reparaciones en los colegios, redes de transporte y evitar el despido de profesores- y 240.000 en bajadas de impuestos. Puede que parezca mucho, pero en realidad no lo es. Los persistentes efectos de la crisis inmobiliaria y el exceso de deuda familiar que han dejado los años de la burbuja están creando un agujero de alrededor de un billón de dólares al año en la economía estadounidense, y este plan -que no reportará todos sus beneficios en el primer año- solamente tapará parte del agujero. Y sobre todo, no está clara la efectividad que los recortes de impuestos tendrán a la hora de impulsar el gasto.
Aun así, el plan es mucho mejor que nada y algunas de sus medidas, que están específicamente destinadas a incentivar la contratación, podrían generar una cantidad de puestos de trabajo relativamente grande en relación con la inversión. Como he dicho, es mucho más ambicioso y mejor de lo que esperaba. Puede que al presidente Obama no se le esté quemando el pelo, pero sin duda está echando humo; está claro que comprende lo desesperada que es la situación laboral, y eso resulta gratificante.
Pero no es probable que su plan se convierta en ley, gracias a la oposición republicana. Y merece la pena fijarse en lo mucho que esa oposición se ha endurecido con el tiempo, a pesar de que la precaria situación de los parados ha empeorado.
A principios de 2009, mientras el nuevo Gobierno de Obama intentaba hacer frente a la crisis que había heredado, se escuchaban dos argumentos principales provenientes de los escépticos de la derecha. Primero, sostenían que debíamos depender de la política monetaria y no de la fiscal, es decir, que la tarea de combatir el paro debía recaer en la Reserva Federal. Segundo, sostenían que las medidas fiscales debían adoptar la forma de bajadas de impuestos en lugar de la de gasto temporal. Ahora, sin embargo, los dirigentes republicanos están en contra de los recortes de impuestos, al menos si estos benefician a los estadounidenses con empleo más que a la gente rica y las corporaciones.
Y también están en contra de la política monetaria. En el debate presidencial republicano del miércoles por la noche, Mitt Romney anunciaba que buscaría un sustituto para Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, esencialmente porque Bernanke ha intentado hacer algo (aunque no lo suficiente) respecto al paro. Y esto convierte a Romney en un moderado para lo que es habitual en el Partido Republicano, puesto que Rick Perry, su principal rival en la carrera para la designación del candidato a la presidencia, ha indicado que a Bernanke habría que tratarle "con mano muy dura".
Así que, en este momento, los principales republicanos están básicamente en contra de todo lo que pueda ayudar a los parados. Sí, Romney ha presentado un lustroso y elegante "plan de empleo", pero sería más correcto describirlo como 59 puntos sin ningún contenido (y desde luego, nada que justifique su afirmación, rayana en la megalomanía, de que crearía no menos de 11 millones de puestos de trabajo en cuatro años).
Lo bueno de todo esto es que, al presentar algo más grande y audaz de lo esperado, es posible que Obama haya sentado finalmente las bases para un debate político sobre la creación de empleo. Porque, al final, no se hará nada hasta que el pueblo estadounidense exija medidas.
©New York TimesService. 2011. Traducción de News Clips.
Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel 2008.

lunes, 22 de agosto de 2011

Como salir de la recesión o de la contracción

Interesante articulo de Rogoff analizando las diferencias entre una recesion y una contracccion

La segunda gran contracción


CAMBRIDGE – ¿Por qué todos siguen refiriéndose a la reciente crisis financiera como la "Gran Recesión"? El término, después de todo, se fundamenta en un peligroso diagnóstico erróneo de los problemas que enfrentan los Estados Unidos y otros países, que conduce a malos pronósticos y a malas políticas.

La frase "Gran Recesión" crea la impresión de que la economía está siguiendo los patrones de una recesión típica, sólo que de manera más severa – algo así como un resfrío muy fuerte. Es por eso que a lo largo de esta crisis, los expertos y analistas que han intentado hacer analogías con anteriores recesiones de posguerra de EE.UU. han errado tanto. Es más, demasiados diseñadores de políticas se han basado en la creencia de que, al fin y al cabo, esta es sólo una recesión profunda que puede ser doblegada mediante una generosa ración de herramientas convencionales de política, ya sea política fiscal o de rescates masivos.

Pero el verdadero problema es que la economía mundial esta gravemente sobreapalancada y no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera, o inflación.

Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la "Segunda Gran Contracción". Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro This Time is Different publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis que indica que esta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera "Gran Contracción", por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no sólo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.

¿Por qué discutir sobre semántica? Bueno, imagine que tiene neumonía, pero cree que es sólo un resfriado fuerte. Usted, sencillamente, podría no tomar el medicamento correcto, y ciertamente esperaría que su vida vuelva a la normalidad más rápido de lo que realísticamente es posible.

En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, pero en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.

Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años sólo para alcanzar el mismo nivel de ingresos per cápita que había logrado en su pico pre-crisis. Hasta el momento, a lo largo de una amplia gama de variables macroeconómicas, incluyendo producción, empleo, deuda, precios de vivienda, e incluso capital, nuestros puntos de referencia cuantitativos basados ​​en las anteriores crisis financieras profundas posguerra han demostrado ser mucho más precisos que la convencional lógica de recesión.

Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una "Gran Recesión". Pero, en una "Gran Contracción", el problema número uno es la excesiva deuda. Si los gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas van a gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.

Por ejemplo, los gobiernos podrían facilitar la rebaja de las hipotecas a cambio de una participación en cualquier apreciación futura en los precios de vivienda. Un enfoque similar puede aplicarse a los países. Por ejemplo, los votantes de los países ricos en Europa quizás podrían ser persuadidos a involucrarse en un rescate mucho más grande de Grecia (uno que sea, en los hechos, lo suficientemente grande como para funcionar), a cambio de pagos más altos en diez a quince años si el crecimiento griego es mayor.

¿Existe alguna alternativa a años de vaivenes políticos e indecisión?

En mi artículo de diciembre de 2008, sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4 a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorristas a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera, de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.

Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las Grandes Contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizás una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales.

La gran prisa por saltar al tren de la "Gran Recesión" ocurrió porque la mayoría de los analistas y diseñadores de políticas simplemente tenían en mente el marco analítico equivocado. Desafortunadamente, está demasiado claro cuán equivocados estaban.

Reconocer que hemos estado utilizando el marco analítico equivocado es el primer paso para encontrar una solución. La historia sugiere que frecuentemente se cambia de nombre a las recesiones cuando el humo se disipa. Quizás en la actualidad el humo se disipe un poco más rápido si desechamos la etiqueta de "Gran Recesión" de manera inmediata y la reemplazamos con algo más apropiado, como por ejemplo "Gran Contracción". Es demasiado tarde para enmendar los malos pronósticos y políticas equivocadas que han marcado las secuelas de la crisis financiera, pero no es demasiado tarde para actuar de mejor manera.

Kenneth Rogoff es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos

How to Resolve the Euro Crisis?

Interesting proposal of George Soros to solve the Euro Crisis


NEW YORK – A comprehensive solution of the euro crisis must have three major components: reform and recapitalization of the banking system, a eurobond regime, and an exit mechanism.

First, the banking system. The European Union’s Maastricht Treaty was designed to deal only with imbalances in the public sector; but, as it happened, the excesses in the banking sector were far worse. The euro’s introduction led to housing booms in countries like Spain and Ireland. Eurozone banks became among the world’s most over-leveraged – and the worst-affected by the crash of 2008. They remain badly in need of protection from the threat of insolvency.

The first step was taken recently when the European Financial Stability Facility was authorized to rescue banks as well as governments. This needs to be followed by other steps. The equity capital of banks urgently needs to be substantially increased. And if a European agency is to guarantee banks’ solvency, that agency must also oversee them.

A European banking agency would break up the incestuous relationship between banks and regulators that was at the root of the excesses that fueled the current crisis. And it would interfere much less with national sovereignty than would the subordination of fiscal policies to an EU or eurozone-wide authority.

Second, Europe needs eurobonds. The introduction of the euro was supposed to reinforce convergence; in fact, it created divergences, with widely different levels of indebtedness and competitiveness separating the member countries. If heavily indebted countries have to pay heavy risk premiums, their debt becomes unsustainable. And that is now happening.

The solution is obvious: deficit countries must be allowed to refinance the bulk of their debt on the same terms as surplus countries. This is best accomplished by authorizing the issuance of eurobonds, which would be jointly guaranteed by all of the member countries.

While the principle is clear, the details will require a lot of work. Which supranational agency will be in charge of issuing eurobonds? What rules will it follow in authorizing issuance? How will it enforce the rules?

Presumably, the eurobonds would be under the control of the eurozone finance ministers. The board would constitute the fiscal counterpart of the European Central Bank; it would also be the European counterpart of the International Monetary Fund.

The debate will therefore revolve around voting rights. The ECB operates on the principle of one vote per country; the IMF assigns voting rights according to countries’ capital contributions. Which system should prevail? The former could give carte blanche to debtor countries to run up their deficits; the latter might perpetuate a two-speed Europe. Some compromise will be necessary.

Because the fate of Europe depends on Germany, and because the issuance of eurobonds will put Germany’s own credit standing at risk, the compromise will clearly have to put Germany in the driver’s seat. Unfortunately, Germany has some unsound ideas about macroeconomic policy: it wants the rest of Europe to follow its example. But what works for Germany cannot work for the rest of Europe: no country can run a chronic trade surplus without others running deficits. Germany must propose rules that other countries can follow.

These rules must allow for a gradual reduction in indebtedness. They must also allow countries with high unemployment, like Spain, to continue running budget deficits. Rules involving targets for cyclically adjusted deficits can accomplish both of these goals. Most importantly, the rules must recognize their own imperfection – and thus must remain open to review and improvement.

Bruegel, the Brussels-based think tank, has proposed that eurobonds should constitute 60% of eurozone members’ outstanding external debt. Given the high risk premiums currently prevailing in Europe, this percentage is too low to constitute a level playing field. In my view, new issues should be entirely in eurobonds up to a limit set by the Board. The higher the volume of eurobonds a country seeks to issue, the more severe the conditions the Board would impose. The Board should have no problem imposing its will, because denying the right to issue additional eurobonds would be a powerful deterrent. Surveillance must be improved, however, in order to give countries timely notice when they are in violation.

This leads directly to the third unsolved problem: What happens if a country is unwilling or unable to keep within agreed conditions? Inability to issue eurobonds could result in a disorderly default or devaluation. In the absence of an exit mechanism, this would have catastrophic consequences. A deterrent that is too dangerous to invoke would lack credibility. Greece constitutes a cautionary example.

This is the most difficult of the three problem areas, and I do not claim to have a ready solution. Much depends on how the Greek crisis plays out. It might be possible to devise an orderly exit for a small country like Greece that could not be applied to a large one like Italy. In that case, the eurobond regime would have to carry sanctions from which there is no escape – something like a European finance ministry that has political as well as financial legitimacy which could emerge from the intense debate and soul-searching that is so badly needed (particularly in Germany).

One thing is certain: these three problem areas – reform and recapitalization of the banking system, a eurobond regime, and an exit mechanism – need to be resolved to make the euro a viable currency. But financial markets might not offer the respite necessary to put the new arrangements in place.

Under continued market pressure, the European Council might have to find a stopgap arrangement to avoid a calamity. It could authorize the ECB to lend directly to governments that cannot borrow from the markets on reasonable terms until a eurobond regime is introduced.

George Soros is Chairman of Soros Fund Management and of the Open Society Institute.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
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Futuro de la crisis económica y financiera: ideas para un crecimiento económico estable

Interesante reflexión de Roubini sobre la futura evolución de la crisis económica y financiera ¿Habrá una recaída en la recesión? E ideas para sentar las bases de una recuperación económica estable.




¿Está el capitalismo condenado al fracaso?


NEW YORK – La masiva volatilidad y la aguda corrección de los precios de las acciones que en la actualidad golpean a los mercados financieros globales son indicadores de que las economías más avanzadas se encuentran al borde de una recesión de doble caída. Una crisis financiera y económica causada por el exceso de deuda y apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría de las economías avanzadas dado el desapalancamiento doloroso.

Hoy en día una combinación de los precios altos del petróleo y productos básicos, los disturbios en el Oriente Medio, el terremoto y tsunami del Japón, la crisis de deuda de la eurozona y los problemas fiscales de Estados Unidos (y ahora la rebaja de su calificación crediticia) han llevado a un aumento masivo en la aversión al riesgo. Económicamente los Estados Unidos, la eurozona, el Reino Unido y el Japón funcionan al ralentí. Incluso los mercados emergentes en crecimiento (China, Asia emergente y América Latina), y las economías orientadas a la exportación que se basan en estos mercados (Alemania y Australia, un país rico en recursos naturales), están experimentando desaceleraciones agudas.

Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.

La política fiscal hoy en día es un lastre para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Incluso en los EE.UU., los gobiernos estatales y locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los impuestos.

Otra ronda de rescates para los bancos es políticamente inaceptable y económicamente inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en Europa, están tan estresados que los rescates no son asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en realidad, alimentando por la preocupación por la salud de los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de los cada vez más inestables valores gubernamentales.

Tampoco la política monetaria puede ser de mucha ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima del nivel objetivo. La Reserva Federal de EE.UU. probablemente inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará demasiado tarde. El año pasado la flexibilización cualitativa (QE2) de $600 millardos y de $1 billón de dólares en recortes de impuestos y transferencias logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre. Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el crecimiento.

La depreciación de la moneda no es una opción viable para todas las economías avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más débil y una mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta situación al mismo tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto seguirán el ejemplo.

Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre Francia también van en aumento. Sin embargo, Italia y España son países demasiado grandes para quebrar y demasiado grandes para ser rescatados. Por el momento, el Banco Central Europeo comprará algunos de sus bonos como un puente con el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, por el nombre en inglés) de la eurozona. Sin embargo, si Italia y/o España pierden su acceso al mercado, los €440 mil millones ($ 627 mil millones) del arca de guerra del EFSF podrían agotarse hasta finales de este año o principios del año 2012.

En ese momento, a menos que se tripliquen los fondos del EFSF – una medida a la que se opondría Alemania – la única opción que quedaría sería una reestructuración ordenada pero coercitiva de la deuda italiana y española, tal como ha ocurrido en Grecia. La reestructuración coercitiva de la deuda no garantizada de los bancos insolventes sería el siguiente paso. Por esta razón, aunque apenas ha empezado el proceso de desapalancamiento, se harán necesarias las reducciones de deuda si los países no pueden crecer o ahorrar o agrandarse por cuenta propia para salir de sus problemas de deuda.

Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.

Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China – y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes – son todas impulsadas ​​por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.

Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.

El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos.

Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es – igual que en la década de 1930 – interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social.

Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics, profesor en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York y coautor del libro Crisis Economics [Cómo salimos de ésta, Ediciones Destino, Barcelona, 2010; traducción de Eva Robledillo y Betty Trabal].

Copyright: Project Syndicate, 2011.
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Traducido del inglés por Rocio L. Barrientos.


martes, 16 de agosto de 2011

BCE, la Deuda Italiana y Española

Interesante articulo del Economist sobre el rescate de la Deuda Española e Italiana en los mercados.

Central bankers to the rescue?

They can buy a little time, but the real remedy must come from Western politicians

FLAT on its back, feeble and growing weaker, the rich world’s economy is in a sorry state. In the past week the signs of alarm at its condition have multiplied. In Europe yields on Italian and Spanish ten-yearbonds rose above 6%. America fretted at seeing its credit downgraded by one of the big ratings agencies. Around the world, stockmarkets tumbled, with some recording their biggest one-day falls since 2008. Bank shares were hit especially hard, a sign of stress in the financial system. Then the central banks stepped in (see article).

The European Central Bank (ECB) let it be known that it would support Spain and Italy by expanding its bond-buying programme. Meanwhile America’s Federal Reserve said it was likely to keep interest rates close to zero at least until mid-2013, and hinted that it might take other steps to support the economy. The Italian and Spanish bond yields fell back. The stockmarket declines paused, if only briefly as worries moved on to France. Even though the emerging economies are still growing strongly enough to maintain global growth, pessimism about Europe and America weighs on the whole world.

That pessimism is obviously rooted in the economic data, particularly from America, which suggest a sluggish recovery at best. But there is also the spectre of political risk. Having basically trusted politicians to sort things out for the past three years, investors have changed their mind. A lousy debt deal in Congress and the euro zone’s inability to confront its problems are not just bad in themselves; they reveal politicians who are either failing to help or are making matters worse.

This despair is also affecting business confidence. The latest Economist/FT global business barometer, a survey of managers around the world, shows that those who think conditions will worsen in the next six months outnumber those expecting improvement by 10.5 percentage points, a big reversal from the previous, bullish poll in May. American firms are wary about investing more of their copious cash pile (see Schumpeter). As long as that continues, the central bankers, even if they get things right, can offer only palliative care.

Sending for the surgeons
The stockmarket declines of recent weeks clearly do nothing for confidence, but nor are they a reason to panic. An adjustment for American equities was perhaps overdue: the S&P 500 had doubled since its low of March 2009, and the market’s cyclically adjusted price/earnings ratio of 20.7 on August 4th was well above its historical average of 16.4. Recoveries after financial busts are slow, as the private sector pays down debt. The bond market long ago recognised that reality. It may have at last sunk in with stockmarkets too. And America’s economy is still showing signs of life: in July it created a net 117,000 jobs—not nearly enough, but not evidence of a recession.

Yet the risk of America and other rich-world countries slipping into recession again is real. The root of the problem on both sides of the Atlantic is simple: too much debt, and too little political will to deal with its consequences. That points to where the danger really lies.

In the euro zone, the debt woes that started in small peripheral countries have spread to much-bigger Spain, Italy and perhaps even France. As usual, the crisis paused briefly after another emergency summit last month, only to resume with renewed menace when it became clear that the politicians had not done enough, leaving the banking system at risk. In Washington, DC, meanwhile, the squabbling politicians averted a default over the debt ceiling with a deal that is flawed on two counts: it enshrines short-term fiscal contraction when the economy needs a boost, and it fails to reduce the medium-term deficit. Hence the justified downgrade (see article).

How much can the central bankers do? In Europe the ECB’s intervention certainly had an effect where it mattered: yields on Spanish and Italian bonds came back down to 5%. Jean-Claude Trichet, the ECB’s president, would be wise to reverse the ill-advised rate rises of earlier this year: inflation in the euro zone has come down and should fall further as commodity prices retreat. But rates are pretty low, and the ECB is reluctant to stray into the fiscal realm with much more government-bond buying. Over at the Fed, Ben Bernanke should consider a third round of “quantitative easing” (buying bonds with newly created money). But the benefits are likely to be limited, and it might complicate life for emerging economies which could face a fresh surge of capital inflows.

Compare world debt levels over time with our updated interactive debt guide.Back to Barack, Angela & Co
Above all, there is a moral hazard in central-bank activism. It risks encouraging governments to sit back and let others do the work that they find too difficult themselves. That is both a dangerous abdication of responsibility and a missed opportunity.

In America Congress must rouse itself to provide both fiscal support in the short term—extending temporary payroll-tax cuts and unemployment insurance, and investment in infrastructure—and a credible plan to cut the deficit in the medium term through tax reform and tackling entitlements. There are bipartisan plans that do this. Mr Obama and his Republican adversaries have previously opened the door to such a grand bargain. A new deficit-reduction committee presents another opportunity. Cynics say it is naive to expect anything dramatic before the 2012 election; yet it is also naive to expect investors to be fobbed off with lame efforts like the debt-ceiling deal.

European leaders will face an ever starker choice between a break-up of the euro zone and a closer fiscal union. Saving the euro will require a far bigger rescue fund than the zone has currently been prepared to accept. A more robust idea from an economic perspective would be the ability to issue Eurobonds collectively backed by all the zone’s members. That would be a huge political decision, not something European voters should see introduced through the back door: but a commitment to do it would provide a clear end to this saga. Again, it is politically hard; but Germany’s Angela Merkel and France’s Nicolas Sarkozy are running out of options.

Central bankers can buy the politicians a little time on both sides of the Atlantic. It is up to them to use it.




http://www.economist.com/node/21525900

lunes, 15 de agosto de 2011

Euro y Deuda Publica en Europa

Interesante articulo sobre posibles soluciones a la situacion de la deuda en Europa.

Los episodios griego, irlandés y portugués de esta crónica europea en la que se ha convertido el mercado de deuda no fueron más que escaramuzas comparados con la madre de todas las batallas que se avecina en torno a la deuda italiana, con la española desgraciadamente a la intemperie. El desenlace marcará durante mucho tiempo las vidas de los europeos: o el alumbramiento de una integración fiscal europea que haga viable la unión monetaria, o la desintegración del euro. La superación definitiva de las tensiones sobre la deuda soberana europea es pues, hoy por hoy, una prioridad absoluta si queremos disponer de un marco estable para desarrollar políticas económicas que no dependan de las fiebres recurrentes de la prima de riesgo.

La conflagración es inevitable mientras los mercados observen que la eurozona no dispone de armamento pesado. En ciertos Estados mayores se esgrimen dos alternativas posibles para equiparse con un arsenal disuasorio. Una es ampliar la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) de manera contundente, llevando su techo actual de 440.000 millones de euros a unos dos billones (dos veces la riqueza total de España). Otra es la opción nuclear de emitir eurobonos garantizados por el conjunto de los Estados miembros de la eurozona.

Las dos opciones suponen una solidaridad financiera sin precedentes, solo concebible para los países que la asegurarán si viene acompañada de poderes efectivos para ejercer un control presupuestario estricto sobre los países que se beneficiarán de ella. Es decir, concesiones de gran calado por ambas partes que requerirán un tormentoso proceso de negociación durante el cual los mercados aprovecharán las divisiones internas de la eurozona para debilitar aún más la posición crediticia de sus países.

Se impone por tanto ampliar el abanico de opciones para salvar al euro con soluciones que permitan superar definitivamente las tensiones sobre la deuda sin alterar las fronteras de la solidaridad financiera. Una de ellas consiste en un sistema en el que los países vulnerables a las presiones de los mercados se comprometen a destinar sus ingresos fiscales al servicio de la deuda antes que a cualquier otro gasto. A cambio, el sistema les garantiza la compra de su deuda a un precio razonable, por el mercado o por el FEEF (véase propuesta detallada en la edición digital de EL PAÍS). Esta cláusula de primacía en el reparto de impuestos da a los mercados la garantía más sólida posible de que recuperarán su inversión. Es una regla asumible sin riesgo mayor por parte de cualquier país cuya economía y estructura fiscal aseguren un flujo de recaudación tributaria suficiente incluso en tiempos difíciles.

Un compromiso equivalente reza en la mayoría de las constituciones de los Estados de EE UU y les permite colocar deuda sin dificultades. Aquí no se trataría de modificar las constituciones, puesto que llevaría tiempo y nada garantiza a los mercados que el Estado en cuestión no volverá a modificar su constitución en sentido inverso si se ve abocado a la suspensión de pagos, sino de poner en marcha de manera acelerada un sistema europeo de deuda pública (SEDP) al cual se adhieran los Estados miembros de la eurozona que lo deseen, a excepción de Grecia por tratarse de un caso agudo aparte. La adhesión supone asumir el compromiso antes mencionado y aceptar una supervisión de la Comisión Europea que lo garantice. El precio de la deuda de los países del SEDP no estaría a merced de los mercados sino que lo fijaría la UE tomando en cuenta las condiciones de mercado y los fundamentos de la economía del país concernido. La FEEF aseguraría la liquidez adquiriendo los títulos de deuda de una emisión que eventualmente el mercado no haya suscrito íntegramente al precio ofrecido.

Las ventajas del SEDP son evidentes. En primer lugar, estabiliza definitivamente el mercado de deuda y asegura a sus miembros la posibilidad de financiarse en todo momento a un precio razonable. A medio plazo, la mayoría de los países de la eurozona desearán integrarse en el SEDP para pagar un precio menor por su deuda. Segundo, libera a sus miembros de los movimientos irracionales de los mercados y vuelve irrelevantes las notas de las agencias de calificación. Tercero, proporciona herramientas creíbles para asegurar la disciplina presupuestaria en el seno de la eurozona. Finalmente, conlleva una mayor integración fiscal que proporcionará estabilidad definitiva al euro. Con el paso del tiempo, una vez el SEDP consolidado, el paso hacia un Tesoro europeo será una mera formalidad.

Antonio Quero es militante del PSOE Europa y coordinador de la iniciativa Ganar 2012.
El Phttp://www.elpais.com/articulo/economia/sistema/europeo/deuda/elpepueco/20110815elpepieco_6/Tesais 15/08/2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Crisis economica y financera mundial: problemas sin resolver

Interesante articulo de Stiglitz sobre la evolucion de la crisis y lo que esta sucediendo tanto en la economia real como en la financiera. No se estan tomando las medidas adecuadas para aumentar el crecimiento economico y generar empleo, la mejor manera de aumentar la recaudacion fiscal y equilibrar los presupuestos, ni se estan tomando las medidas de regulacion del sistema financiero por los Bancos Centrales para evitar ataques especulativos contra la estabilidad del sistema. Muchas cuestiones por resolver que nos ponen ante varios años de bajo crecimiento y alto desempleo.




2011-08-05
Un contagio de malas ideas


NUEVA YORK – La Gran Recesión de 2008 se ha transformado en la Recesión del Atlántico Norte: son principalmente Europa y los Estados Unidos, no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y los Estados Unidos los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta –recortes masivos del gasto– garantiza que niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) continúen durante años.

La Unión Europea finalmente se ha comprometido a ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No tenía opción: la agitación financiera amenazaba con difundirse desde países pequeños como Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y la propia supervivencia del euro enfrentaba peligros crecientes. Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los países en problemas serían inmanejables a menos que sus economías pudiesen crecer, y que el crecimiento no se lograría sin ayuda.

Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos. La austeridad resultante retrasará el crecimiento europeo y con ello el de sus economías con mayores problemas: después de todo, nada ayudaría más a Grecia que el crecimiento robusto de sus socios comerciales. Y el bajo crecimiento dañará la recaudación tributaria, socavando la meta proclamada de consolidación fiscal.

Las discusiones previas a la crisis ilustraron lo poco que se había hecho para reparar los fundamentos económicos. La oposición vehemente del Banco Central Europeo a algo esencial para todas las economías capitalistas –la reestructuración de la deuda de las entidades en quiebra o insolventes– evidencia la continua fragilidad del sistema bancario occidental.

El BCE argumentó que los contribuyentes deberían hacerse cargo del costo total de la deuda soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier participación del sector privado (PSP) pudiese disparar un «evento crediticio» que forzara importantes erogaciones sobre los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) y posiblemente fomentara mayores problemas financieros. Pero, si ese es un miedo real del BCE –si no se trata meramente de actuar en favor de los prestamistas privados– tendría que haber exigido a los bancos que mantengan más capital.

Además, el BCE tendría que haber prohibido a los bancos operar en el riesgoso mercado de los CDS, donde son rehenes de las decisiones de las agencias de calificación sobre lo que constituye un «evento crediticio». En efecto, un logro positivo de los líderes europeos en la reciente cumbre de Bruselas fue comenzar el proceso de limitar tanto al BCE como al poder de las agencias de calificación estadounidenses.

De hecho, el aspecto más curioso de la posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos del gobierno reestructurados como garantía si las agencias de calificación decidían que la reestructuración debía clasificarse como un evento crediticio. La idea de la reestructuración era liquidar deuda y lograr que al resto fuese más manejable. Si los bonos eran aceptables como garantía antes de la reestructuración, ciertamente serían más seguros después de ella y, por lo tanto, igualmente aceptables.

Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos centrales son instituciones políticas con una agenda política, y que los bancos centrales independientes tienden a ser capturados (al menos «cognitivamente») por los bancos a los que supuestamente deben regular.

Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al gobierno de los EE. UU., confirmando lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen.

Como resultado, el presidente Barack Obama consintió una estrategia desequilibrada de reducción de la deuda, sin aumentos de impuestos –ni siquiera para los millonarios a quienes les ha ido tan bien durante las últimas dos décadas, y sin siquiera eliminar las dádivas impositivas a las empresas petroleras, que socavan la eficiencia económica y contribuyen a la degradación ambiental.

Los optimistas argumentan que el impacto macroeconómico de corto plazo del acuerdo para aumentar el tope del endeudamiento estadounidense y evitar la cesación de pagos de la deuda soberana será limitado: recortes en el gasto de aproximadamente $25 millardos para el año próximo. Pero el recorte en los impuestos salariales (que contribuía con más de $100 millardos al bolsillo del ciudadano común estadounidense) no fue renovado, y seguramente las empresas, anticipando las consecuencias contractivas, serán aún más renuentes a otorgar créditos.

La cesación del estímulo es en sí misma contractiva. Y, a medida que los precios de los inmuebles continúan cayendo, que el crecimiento del PBI vacila y el desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más estímulo y no austeridad –incluso para equilibrar el presupuesto. El impulsor más importante del crecimiento del déficit es la baja recaudación fiscal debida a un pobre desempeño económico; el mejor remedio sería que los EE. UU. vuelvan al trabajo. El reciente acuerdo de la deuda es una jugada en la dirección equivocada.

Ha habido mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y los Estados Unidos. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense jugaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para los EE. UU. –especialmente considerando la fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo papel respecto de los poco transparentes CDS.

Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto será también válido para el estancamiento que esas políticas conllevarán.

Joseph E. Stiglitz es profesor universitario en Columbia University, Premio Nobel de economía y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy (Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial).

Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
Traducido al español por Leopoldo Gurman

viernes, 15 de julio de 2011

La economía de Nicaragua: empezando a identificar las claves del desarrollo económico

Dentro de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES) hay una nueva iniciativa apoyada por la cooperación europea: Holanda, Dinamarca, Suiza y Estados Unidos, llamada diálogos para el desarrollo. Esta iniciativa está produciendo aportaciones muy interesantes para identificar las claves de la falta de desarrollo económico en Nicaragua. ¿Por qué Nicaragua no se ha desarrollado como otros países en los últimos 50 años? ¿Cuales son las causas que han llevado al pais a ser uno de los más pobres de América Latina? ¿Por qué el PIB por persona de los países centroamericanos y de Costa Rica ha crecido entre dos y cinco veces más que el de Nicaragua en las últimas décadas?
Entre estas aportaciones hay que destacar el último estudio sobre las causas del (de)crecimiento de la economía en Nicaragua del Dr. De Franco que puede leerse en:
http://funides.com/documentos/estudios_especiales/crecimiento_economico_largo_plazo/Causas_del_-de-crecimiento_economico_de_largo_plazo_de_nicaragua.pdf
En este ejercicio se hace un análisis de los ciclos económicos del país y de los obstáculos que ha tenido para crecer en el último siglo. El estudio constata un nivel ínfimo de inversión en el país, sin llegar nunca a los mínimos requeridos para que tenga un impacto significativo en el crecimiento económico, ni en su infraestructura productiva,  ni en su capital humano.
Se apuntan como causas, la falta de crédito, producto de un ineficiente sistema financiero donde no se da la competencia necesaria para que se dinamice el mercado crediticio. Y la falta de competencia, en general, de los sectores económicos más importantes del país, que hace que el mercado interno además de ser pequeño sea muy poco dinámico.
Por otra parte el estudio señala al sistema fiscal, tremendamente regresivo y con una carga tributaria basada en los impuestos al consumo, como un gran obstáculo para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza. Sin fraude, eliminando las exenciones tributarias y aplicando la ley correctamente la economía nicaragüense debería estar generando un 40% del PIB en recursos para que el estado pudiera aplicar las políticas educativas, industriales y de infraestructuras productivas que acompañen el crecimiento del sector privado y mejoren la productividad, y por ende, la competitividad del país. Países nórdicos como Suecia, Finlandia y Dinamarca están entre los diez más competitivos del mundo y tienen como pilar fundamental para competir un sistema educativo, universitario y una política de investigación, innovación y desarrollo que no sería posible sin una presión fiscal cercana al 50% del PIB.
Hay otros factores que el estudio apunta como obstáculos al crecimiento: el coste de la energía, la logística o el bajo nivel educativo que difícilmente se resolverán sin fuertes inversiones públicas.
Para futuros estudios FUNIDES deberia analizar  la balanza comercial y la estructura económica de Nicaragua. Con un déficit comercial estructural que viene dado por un modelo basado en la producción y exportación de productos agrícolas de bajo valor añadido y la importación de bienes manufacturados de mayor valor añadido, es necesaria hacer propuestas serias a las preguntas que plantea la economía: ¿En que se tiene que invertir para que la economía nicaragüense no sea deficitaria? ¿Cuáles son las ventajas competitivas del país que pueden ayudar a equilibrar la balanza comercial (no las que le van a llevar a consolidarlo)? ¿Qué va a generar la inversión en el sector agrícola con unos precios históricamente a la baja? ¿Cuáles son las políticas públicas críticas para desarrollar la economía de una forma equilibrada?¿Cual es la política y la estrategia comercial que apoye la integración equilibrada, y no traumática, del país en la economía internacional?
Ronen Palan en su libro State Strategies in the Global Political Economy identifica los modelos con los que los estados compiten en la economía global: un modelo hegemónico de grandes potencias que buscan dominar sus economías regionales y la global, basado en una economía de mercado dominada por grandes corporaciones internacionales y poco regulada por el estado; un modelo de estado del bienestar con una economía de mercado en la que haya una regulación y una protección social mayor; un modelo basado en la explotación y bajos costes laborales; los paraisos fiscales; y por último los estados "out of the game" dada su situación normalmente de conflicto armado o estados fallidos. Ronen Palan señala que en un estado se pueden encontrar varios de estos modelos, que incluso pueden estar en conflicto. Mucho me temo que a estos modelos deberíamos añadir otro, un estado no democrático con una economía de mercado (China) que es el que mejores resultados está teniendo en crecimiento económico y reducción de pobreza durante los últimos 20 años.
En estos modelos se identifican dos factores como clave de su desarrollo: la educación y la innovación tecnológica, con políticas públicas que apoyan una producción de alto valor añadido. Estos elementos se encuentran tanto en países desarrollados, como en países en vías de desarrollo. China está ya en el puesto 29 en el índice de innovación tecnológica a nivel mundial y Malasia en el 31.
Nicaragua se identificaría, en líneas generales, con un modelo económico que compite por bajos costes laborales. Este modelo tiene una gran presión para seguir bajando  costes laborales porque siempre compite con   países con costes laborales más bajos como China o Bangladesh. A largo plazo competir por costes laborales tienen un alto riesgo de pérdida de empleo y de pasar al grupo de paises “out of the game” por la inestabilidad social, la inseguridad y la violencia que genera que una gran parte de la población de un país sea pobre y este desepleada.
Otro factor a estudiar, como generador de desarrollo, es el de la integración centroamericana. Para países tan pequeños sería muy beneficioso tener una economía de escala a nivel regional. Se fomentaría el crecimiento, la cohexión social y la estabilidad política en interés de la mayoria de la población. Además se podrían aplicar políticas  regionales que harían más eficiente el gasto público.
¿En qué modelo quiere estar Nicaragua dentro de 20 años? ¿Qué hacer en el corto y en el largo plazo para desarrollar la economía del país y generar ingresos suficientes para equilibrar la Balanza Comercial de Bienes y Servicios y no seguir endeudándose? ¿Cómo generar recursos para desarrollar políticas educativas, industriales y de infraestructura que cubran las necesidades de un sector productivo enfocado en generar más valor añadido?
Hacen falta más estudios sobre los sectores de la economía que mejor se adaptan a los factores de producción del país. Por ejemplo, sobre el sector turístico, que podría llegar a generar unos ingresos de 2.000 millones de USD anuales, como ya sucede en Costa Rica. Es un sector intensivo en mano de obra, con salarios sustancialmente más altos que en el sector agrícola y con un efecto más redistributivo y en el que el país tiene una clara ventaja competitiva: la seguridad. Además el crecimiento en este sector tiene un efecto multiplicador en sectores como la construcción, alimentación, salud y transporte. Con la ventaja añadida de que el sector no demanda un capital humano con un alto grado de formación (que Nicaragua no tiene) ¿Qué infraestructuras y oferta turística que necesita el país para alcanzar ese objetivo? ¿Qué capital humano necesita el sector empresarial para ser competitivo? Acuerdos entre el sector público y privado son imprescindibles para desarrollar este y otros sector a medio plazo.
El papel de la cooperación internacional, como el caso del Banco Mundial, BID y BCIE, es notable en la mejora de las infraestructuras. Y el FMI ayuda a resolver  los problemas a corto plazo de la balanza de pagos. Sin embargo estas instituciones tienen la capacidad de generar un mayor diálogo y aportar más análisis e ideas en lo que se refiere al cambio de estructura económica y fiscal que el país necesita para dar un salto cualitativo en la generación de valor añadido y mejora de la renta del conjunto de la población a largo plazo. Las políticas de gasto público deberían focalizarse en el sistema educativo y la innovación como elementos imprescindible para aumentar la productividad y la competitividad de los sectores en el que el país. Oppenheimer mencionaba en su libro basta de historias  que una innovación como Facebook tenía el mismo valor en bolsa que el todo el mercado del café mundial, unos 55.000 millones de dólares. ¿Qué genera mayor valor producir café o redes sociales?
Generar dinámicas que promuevan el desarrollo tiene como condición necesaria que haya un dialogo entre el gobierno y el sector empresarial para tener lineamientos claros de políticas públicas. Y que desde la oferta y la demanda se coordinen para tener un mercado laboral eficiente donde se puedan pagar salarios dignos y asumir las responsabilidades fiscales necesarias para desarrollar un modelo sostenible. Sin el acuerdo de estos actores,  un plan de desarrollo a largo plazo, consensuado con todas las fuerzas políticas y que trascienda a los cambios de gobierno, el país tiene seguramente  otro siglo de pobreza por delante.
Es tiempo de que se deje tanto de hablar del pasado y se discuta más del futuro. Animo a Funides en esta iniciativa y a toda la cooperación internacional a que apoye estos diálogos  y que  deje de gastar los  recursos de los contribuyentes de los países cooperantes, a los que les cuesta un gran esfuerzo generarlos y que generosamente los ponen a disposición de países menos favorecidos, en proyectos sin ningún impacto en el desarrollo del país. Aplicar las mismas intervenciones que en las dos últimas décadas y esperar efectos diferentes es una fantasía que el pais no se puede permitir.

Javier Casasnovas
Profesor de Relaciones Económicas Internacionales
Universidad Americana

lunes, 11 de julio de 2011

¿Logrará el yuan constituirse en moneda de reserva?

Articulo publicado en Nuevo Diario sobre el papel que puede jugar el Yuan en los proximos años.





El auge de la moneda china podría reconfigurar el sistema monetario global y alterar el motor principal de crecimiento del mundo. Durante años, China ha restringido la entrada y salida de capital de su economía, la segunda mayor del mundo. Hoy día, el gobierno de Beijing promueve una campaña para que el yuan juegue un rol protagónico en el escenario global lo cual está causando fisuras en esa colosal barrera financiera.
Usado con amplitud en el comercio internacional y en las inversiones, el yuan puede sustituir la hegemonía del dólar, subsanar desequilibrios que plagan la economía china y global, y obligar a Estados Unidos a vivir al nivel de sus posibilidades reales.

Existen poderosos intereses creados en China, que están satisfechos con el status quo e intentarán frenar cualquier intento de reforma; los cambios implementados han generado ímpetu dentro y fuera de sus fronteras, y quizá resultarían demasiado fuertes para ser resistidos, de cualquier forma, la transición no será nada fácil.

Durante más de una década, el hermetismo del capital chino, ha sido característica determinante de la economía global, aislando al país del flujo internacional de capital, lo que le ha permitido salvarse de la crisis asiática de 1997, y salir ileso de la crisis financiera estadounidense de 2008.

El gobierno mantiene el valor del yuan a nivel ficticiamente bajo, al negarles a los mercados de divisas un papel en la fijación del tipo de cambio, alimentando un auge exportador que ha durado 30 años. Siendo que los ahorrantes chinos no pueden llevar su dinero al extranjero, los bancos han ofertado reducidas tasas de interés, manteniendo el costo del capital para la industria a precios bajos y sugiriendo una ola de inversiones.

Un buen ejemplo, es Shenzhen: la que en 1979 era una aldea de pescadores es ahora una ciudad de 14 millones de habitantes construida alrededor del cuarto puerto de mayor tráfico del mundo. El capital de bajo costo subsidió la construcción de infraestructura de transporte y energía, fábricas y plantas de ensamblaje.

La nominación de zona económica especial (la primera concedida en toda la República Popular), unida al bajo precio del suelo y de la mano de obra, estimuló a buen número de empresas de Hong Kong a trasladarse a Shenzhen, con el consecuente auge económico y urbanístico para la ciudad, que en pocos años, logró convertirse en una gran metrópoli y uno de los vitales centros de producción del país, de hecho es de las ciudades con más rápido crecimiento del mundo.

La subvaluación del yuan, combinada con mano de obra barata, le dio ventaja competitiva a sus empresas frente a rivales externos. Pero la manipulación del tipo de cambio y las tasas de interés bajas tienen un costo; todo ello se ha traducido en un exceso de capacidad en el sector industrial y burbujas en el mercado inmobiliario, cuya gestión ha derivado en la excesiva acumulación de reservas en moneda extranjera: US$3,04 billones (millones de millones). China tiene pocas opciones de créditos, por lo que los invierte en los Estados Unidos.

La restringida política china, experimentó una de las primeras brechas en julio de 2009, permitiendo que las importaciones y las exportaciones se negociaran en yuanes. En el primer trimestre de 2011, US$55.000 millones de su comercio (7% del total) se transaron en moneda china.

A fines de abril de 2011, los depósitos en yuanes en la banca de Hong Kong alcanzaron los 511.000 millones (US$79.000 millones), casi nueve veces los de julio de 2009, cuando se lanzó el programa. Se están relajando las limitaciones a las salidas de capital y hace meses el gobierno de Shanghai anunció planes para permitir a los residentes de la ciudad invertir en el extranjero.

Una apertura más sustancial requiere de progresos en dos áreas: un tipo de cambio que se acerque a su valor de equilibrio y tasas de interés fijadas por el mercado. El yuan sigue subvaluado. Entretanto, las tasas de interés aún son fijadas por el gobierno, si bien el Banco Popular de China (BPC) intenta hacer progresos, aprendiendo las lecciones de la historia económica del país.

Al inicio de la era de las reformas, el gobierno designó a Shenzhen, como zona económica especial, poniendo a prueba las políticas de libre mercado antes de expandirlas al resto del país. Hong Kong será designado como un lugar similar de experimentación para las mismas. El rendimiento de la deuda constituida en yuanes que se opera en el país ya lo fija más el mercado que la tasa de referencia impuesta por el BPC.

Se acumula la presión sobre China para que abra más los canales a sus mercados de capital. La cuestión es que tan rápido será el cambio. Los líderes del país parecen optar por la vía cautelosa. El objetivo de convertir a Shanghai en una capital financiera internacional para 2020, es ampliamente asumido como el plazo de facto para abrir el capital, pero su vertiginoso progreso del año pasado incrementa las expectativas de que se adelante.

Una mayor tasa de interés implicaría una expansión más lenta de las inversiones, lo que a su vez reduciría la necesidad de materias primas del país por, desacelerando el principal motor interno del crecimiento.

Un yuan oneroso restringirá la demanda de las exportaciones que han impulsado el crecimiento de la costa este del país. Los fabricantes de textiles, juguetes y herramientas (productos cuyos márgenes de ganancia son mínimos) serían los primeros en sucumbir; en la búsqueda de mano de obra barata, ya decidieron trasladar sus plantas de producción al interior del país.

El próximo paso en el desarrollo del yuan sería adoptar un rol como moneda de reserva, pero esto requerirá avances substanciales. Una cuenta de capital todavía fuertemente controlada por el gobierno implica que la moneda china no puede cumplir la principal función de las reservas: un activo líquido al que los bancos centrales pueden recurrir para estabilizar el valor de su moneda local.

La puerta hacia las reformas no está totalmente abierta pero tampoco está cerrada con llave. Si China acelera el cronograma, las implicaciones son enormes. La muralla está empezando a agrietarse.

Gustavo Adolfo Vargas
Diplomático, Jurista y Politólogo

La crisis ideológica del capitalismo occidental


Analisis de Stigliz sobre el futuro de las economias europea y norteamericana.



NEW YORK – Tan sólo unos años atrás, una poderosa ideología – la creencia en los mercados libres y sin restricciones – llevó al mundo al borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.

Es más, el crecimiento de la producción en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del ingreso nacional de los EE.UU. yendo destinado para tan pocos, el crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una creciente acumulación de la deuda.

Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre, por ideología e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial – o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo.

En los EE.UU., este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan a los ingresos, habrá un déficit, y ese déficit debe ser financiado. En vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo – no permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos a limitarse a los impuestos.

Esto deja abierta la interrogante sobre qué gastos obtienen prioridad – y si los gastos para pagar intereses sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es inevitable. Además, recortar los gastos ahora, en medio de una crisis en curso provocada por la ideología de libre mercado, simple e inevitablemente sólo prolongaría la recesión.

Hace una década, en medio de un auge económico, los EE.UU. enfrentaba un superávit tan grande que amenazó con eliminar la deuda nacional. Incosteables reducciones de impuestos y guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de salud – impulsados en parte por el compromiso de la administración de George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en la fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en juego – rápidamente transformaron un enorme superávit en déficits récord en tiempos de paz.

Los remedios para el déficit de EE.UU. surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los EE.UU. en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero de EE.UU. ha estado presionando fuertemente para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de proceder.

Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.

Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento.

Lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha.

¿Realmente necesitamos otro experimento costoso con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos, y sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro. Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería desastroso – incluso si los principales países emergentes hubieran logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente, a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se dirige.

Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, Premio Nobel de Economía y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy.

Copyright: Project Syndicate, 2011.
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Para escuchar un podcast de este comentario en inglés, utilice este vínculo:
http://media.blubrry.com/ps/media.libsyn.com/media/ps/stiglitz140.mp3
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos