Casi 1.000
millones de personas salieron de la extrema pobreza en el mundo en los últimos
20 años. Pero la magia del capitalismo va por barrios: la emergencia de las
clases medias en Asia contrasta con los 122 millones de europeos que viven hoy
en riesgo de pobreza o exclusión social. La crisis del euro hace estragos.
Especialmente en el Sur: Grecia y España presentan los peores números desde
2008, según Eurostat.
La Gran
Recesión no ha germinado literariamente en obras como Oliver Twist o Los
Miserables —aunque ahí está el Crematorio de Rafael Chirbes—, que
retrataron la miseria del proletariado industrial, ni hay en Europa un
reverendo Malthus, una suerte de Nostradamus fallido (por el momento) que
pronóstico un apocalipsis económico si la población seguía creciendo mucho más
que los recursos. Pero las cifras cuentan historias, y los números de la crisis
europea tienden hacia zonas umbrías: en 2014, 122 millones de personas —el
equivalente a toda la población de Alemania y España— estaban en riesgo de
pobreza o exclusión social en Europa. En otras palabras: uno de cada cuatro
europeos lo pasa realmente mal, por mucho que la recuperación estadística haya
comenzado. Las cicatrices de la crisis son especialmente visibles en la ribera
del Mediterráneo: los mayores incrementos de los niveles de población con
riesgo de pobreza corresponden a Grecia (que ha pasado del 28% al 36% desde
2008) y España (del 24,5% al 29,2%), seguidas de Chipre, Malta, Hungría e
Italia.
La geografía
de la pobreza, sin embargo, es engañosa. El país más favorecido desde el punto
de vista de los riesgos de exclusión social no es Alemania, que está viviendo
una crisis estupenda. La pobreza es siempre relativa —salvo para quienes la
padecen—, pero donde más ha mejorado es en el bloque del Este: Polonia, Rumanía
y Eslovaquia presentan las mayores tasas de reducción de la población en
riesgo.
La definición
exacta de esa estadística es embrollada. Eurostat, la agencia estadística de la
Unión, calcula el porcentaje de gente cuyos ingresos (después de transferencias
sociales, impuestos y demás) se sitúan por debajo del 60% de la mediana
nacional. Ese indicador no ofrece una medida de riqueza o pobreza absoluta,
sino en comparación con el resto de residentes nacionales; depende, además, de
numerosos factores.
¿Cuesta creer
que 13,4 millones de españoles están en riesgo de pobreza o exclusión social?
¿Que esa cifra haya crecido en dos millones de personas desde 2008? ¿Que los
incrementos sean aún más galopantes en Grecia, donde han pasado de tres a casi
cuatro de millones en esa situación desesperada sobre una población de 11
millones? Esos cálculos no siempre reflejan con fidelidad lo que al lector se
le viene a la cabeza cuando se habla de pobreza: Eurostat pone el umbral de
ingresos en 16.719 euros anuales en hogares con dos adultos y dos niños en
España (y casi 8.000 euros para un adulto que viva solo). “Esas cifras no
siempre son objetivables”, apuntaba ayer Jagdish Bhagwati, de Columbia, uno de
los mayores expertos del mundo en la materia. “Es evidente que la crisis del
euro, especialmente dura en la periferia de Europa por cómo se ha gestionado,
tiene un claro reflejo en las estadísticas”, añadía Erik S. Reinert, experto
en pobreza y profesor en Tallin.
24,4% de la
población
Más de cinco
millones de europeos se han sumado desde 2008 a ese ejército que ahora asciende
a 122 millones de personas con riesgo de pobreza o exclusión social; el 24,4%
de la población. El detalle de las cifras de Grecia es sobrecogedor. El de las
de España no le va a la zaga: de 11,1 a 13,3 millones de personas en riesgo
(casi tantos como alemanes, con una población que casi duplica la española); el
7,1% —cifra que multiplica por dos la de 2008— en niveles de extrema pobreza, aunque
ahí España está lejos de Grecia, Hungría, Rumanía o Bulgaria, con un cuarto de
su población incapaz de pagar sus facturas, de poner la calefacción o de irse
una semana de vacaciones.
Los expertos
no coinciden a la hora de medir qué parte de esas cifras se debe a errores de
política económica. Reinert critica con dureza “el extraño fenómeno de la
austeridad, con el capitalismo declarándole la guerra a sus propios
consumidores por ceguera ideológica”. Para Bhagwati, “habría que preguntarse
cuánta pobreza habría sin esos recortes que hizo la eurozona durante la
crisis”. “Al menos en Grecia, el resultado podría ser aún peor sin el apoyo
financiero que vino de la mano de esos ajustes”, apostilla.