Los errores de la política monetaria y fiscal desde inicios de la crisis de 2008 se van confirmando, como se explica en este articulo de Emilio Ontiveros. La política de consolidación fiscal impuesta por Alemania y su resistencia a una política monetaria mas laxa, que llega tarde, están teniendo como consecuencia muchos años de bajo crecimiento y alto desempleo.
El presidente de la Comisión
Europea, Jean Claude Juncker, pasó por Madrid, y con él parte el equipo
encargado de difundir y concretar su plan de inversiones paneuropeas. Falta
hace porque los indicadores económicos siguen reflejando la anemia que sufre la
eurozona y riesgos de recaída. La débil y lenta superación de los daños
originados por la crisis y su gestión encuentra ahora un obstáculo añadido en
las dificultades de algunas economías emergentes, China en particular. Esa es
la principal razón, aunque supongo que no la única, que ha motivado el anuncio
del BCE de su disposición a ampliar la vigencia, composición, y eventualmente
la cuantía, de su programa de estímulo cuantitativo.
Reducido crecimiento y tasas
negativas de inflación siguen siendo las piezas básicas de cualquier
diagnóstico, el más reciente del FMI. Para este año, considerado el de la
recuperación del área monetaria, el crecimiento del PIB no superará el 1,5% y
será del 1,6% en 2016, una décima menos de lo previsto en julio. En las más
largas proyecciones de esa institución, hasta 2020, la eurozona nunca superará
esa última tasa y las de desempleo se mantendrán en niveles históricamente
elevados.
El crecimiento potencial seguirá
siendo excepcionalmente bajo como consecuencia de los daños generados por la
crisis, fundamentalmente la erosión de todas las formas de capital, pero
también de una evolución demográfica adversa y una pobre evolución de la
productividad total de los factores (PTF) que tampoco es precisamente un
fenómeno nuevo.
En esa brecha en la trayectoria
tendencial del PIB, en la dificultad para alcanzar los niveles de precrisis,
han influido negativamente las políticas fiscales de consolidación llevadas a
cabo en la eurozona. Así lo demuestran diversas investigaciones recientes, como
la de Antonio Fatas y Lawrence Summers (The Permanent Effects of Fiscal
Consolidations), concluyendo que los efectos de las consolidaciones fiscales
disponen de impactos adversos a largo plazo sobre el PIB, extendiendo el
horizonte mucho más de lo que lo hacía el análisis tradicional de los
multiplicadores fiscales. Apoyan, en definitiva, las hipótesis de
“consolidaciones fiscales autodestructivas” que ya avanzaron el propio Summers
y Bradford de Long en un documento de la Brooking Institution en 2012 (Fiscal
Policy in a Depressed Economy) o las conclusiones del profesor de la London
School of Economics Paul de Grauwe, que califica esta de “crisis
autoinfligida”. Los intentos por reducir la relación entre deuda pública y PIB
mediante políticas de austeridad a ultranza se han traducido en elevaciones de
ese ratio, tanto más explícitas cuanto más depresiva era la situación de partida.
Pero, además, han contribuido al debilitamiento adicional de la demanda y a la
correspondiente ampliación del outut gap, alimentando las presiones
deflacionistas en el conjunto del área.
Esa falta de demanda en la eurozona
coincide con un menor crecimiento de otras economías avanzadas y la marcada
desaceleración de las emergentes, desde luego la china, cliente importante de
algunas economías europeas. Esa es la principal razón, no tanto la sobreoferta
de crudo, que mantiene los precios del petróleo históricamente bajos,
condicionando unas expectativas de inflación a medio plazo que no favorecen el
alejamiento de los temores deflacionistas en la eurozona.
Las declaraciones del presidente
del BCE tras la última reunión de su consejo de gobierno son consecuentes con
ese panorama. Se muestra dispuesto a revisar el próximo 3 de diciembre (dos
semanas antes de la importante reunión de la Reserva Federal) la cantidad,
composición y duración de su programa de quantitative easing, más allá de
septiembre del próximo año. Y a reducir aún más los tipos de interés.
Desde el pasado marzo el BCE viene
comprando 60.000 millones de euros al mes en títulos de deuda pública
fundamentalmente. Su compromiso era mantenerlos hasta septiembre de 2016, pero
aunque han facilitado la recuperación, esta sigue siendo frágil, sin que la
inflación inicie el necesario repunte. La tasa de variación de los precios
sigue en territorio negativo, igual que antes del inicio del programa de
estímulos, con las expectativas lejos de ese 2% que mantiene el banco central
como referencia de la estabilidad de precios. Con la información hoy disponible
no es probable que se cumplan las proyecciones del propio BCE: 0,1% este año y
caminar hasta el 1,7% en 2017.
Bajo crecimiento e inflación negativa siguen siendo las bases de todo
diagnóstico
Por eso es
conveniente que, lejos de mantener una actitud de “esperar y ver”, advierta de
su disposición a actuar adicionalmente. Además de incrementar las compras
totales de deuda iniciadas hace apenas nueve meses, puede ampliar el tipo de
títulos que compra, y en todo caso, extender el periodo de vigencia de ese
programa más allá de setiembre de 2016. Podría igualmente recortar el tipo de
interés que carga sobre los depósitos bancarios mantenidos como reservas en el
BCE, ahora en el -0,2%. También sigue en mínimos históricos, en el 0,05%, el
tipo repo que carga a los bancos por las facilidades de endeudamiento. Es
verdad, como ha recordado el propio Draghi, que la credibilidad de un banco
central no ha de medirse por el tenor más o menos extraordinario de sus
actuaciones, sino por la probabilidad de alcance de su objetivo. Y este se
mantiene todavía demasiado lejos.
El problema
es que esas actuaciones pueden no ser suficientes. La escasa sensibilidad que
muestra la inversión privada a la abundancia de liquidez renueva la virtualidad
de esos escenarios de “estancamiento secular” comentados desde hace meses en
estas páginas. Es la eurozona, en mayor medida que la economía estadounidense
que tomaron como referencia los proponentes de esta hipótesis, de la mano del
exsecretario del tesoro Larry Summers, la que ahora centra la atención. Un
enfoque que asume que en la mayoría de las economías avanzadas los tipos de
interés reales de equilibrio asociados con el pleno empleo han descendido de
forma significativa, provocando además que el crecimiento económico se vea
acompañado de episodios de inestabilidad financiera.
La más
cercana verificación de esa hipótesis es el lento y escaso efecto de tipos de
interés históricamente reducidos, que a su vez limitan actuaciones
estimuladoras adicionales de la política monetaria. Lógicamente, descensos
adicionales de tipos dispondrán de un impacto menor en su propósito por
conseguir crecimientos de la inversión que faciliten la aproximación al pleno
empleo.
Esos tipos de
interés son bajos porque la amplia oferta de liquidez no encuentra demanda
suficiente en proyectos de inversión. En la primera influyen factores que no
son precisamente circunstanciales, como la evolución demográfica en las
economías avanzadas y las amenazas sobre los sistemas de pensiones,
propiciadora de una mayor propensión al ahorro o la mayor importancia relativa
de la inversión en bienes y servicios asociados a las TIC, menos intensivas en
capital que las inversiones tradicionales.
No quedan más
alternativas que adoptar políticas fiscales estimuladoras con el fin de
aumentar el crecimiento potencial. No hace falta violar los principios de
estabilidad presupuestaria asumidos en la UE. Basta con que se acelere la
aplicación de iniciativas como el Plan Juncker, tendentes a incrementar la
inversión en el conjunto de la UE en destinos posibilitadores de crecimientos
de la productividad y del necesario fortalecimiento de la cohesión interna en
la región. Decisiones que podrían aprovechar condiciones de financiación
compatibles con la viabilidad técnica de cualquier proyecto de inversión. En
mayor medida se facilitan el salto tecnológico que algunas economías precisan.
Emilio Ontiveros
Catedratico de Economia de la Empresa
Universidad Autonoma de Madrid
http://economia.elpais.com/economia/2015/10/29/actualidad/1446145570_523896.html