miércoles, 8 de febrero de 2012

Planes Nacionales de Desarrollo en Nicaragua: ¿sirven para el desarrollo del pais?

¿Será bueno el próximo Plan Nacional de Desarrollo de Nicaragua?


El Banco Mundial empezó a trabajar en Nicaragua en los años 50. Su diagnostico fue que Nicaragua era un país con un alto potencial de crecimiento y que para ello habría que mejorar los estándares de salud y de educación; la red de aguas y saneamiento; modernizar la red vial; mejorar la administración publica, en especial el sistema fiscal; e incrementar la cobertura y capacidad energética entre otras cosas. Para esto se proponía formular una estrategia de desarrollo a largo plazo.

60 años después la situación es parecida. Dejando aparte los episodios de la revolución y del terremoto, que son una buena razón para explicar porque no se avanzó en el desarrollo del país durante los años 70 y 80, podemos analizar la estrategia de desarrollo desde los años 90. Y vemos que en los últimos veinte años los indicadores del desarrollo del país han seguido, en términos generales, estancados.

No fue hasta el año 2000 con la nueva estrategia de reducción de la pobreza del Banco Mundial , una vez fracasada las políticas del Consenso de Washington, cuando se empieza a impulsar un proceso endógeno de formulación de planes de desarrollo integrales del país. En el año 2000 la Estrategia de Reducción de la Pobreza. En el 2001 Estrategia Reforzada de Reducción de la pobreza. En el 2003 el Plan Nacional de Desarrollo En el 2004 el Plan Nacional de Desarrollo Operativo. En 2008 Plan Nacional de desarrollo humano. Y por ultimo, en 2009, el Plan Nacional de desarrollo humano actualizado. ¿Cuales son los resultados de todos estos planes? Si vemos las estadísticas los avances han sido insignificantes. ¿Habrá que preguntarse porque?

Claramente la primera pregunta que surge es en cuantos años se puede alcanzar resultados que permitan superar el subdesarrollo y la pobreza ¿10, 15, 20?. Entonces como podemos estar hablando de planes nacionales de desarrollo de 4 años o incluso de dos? Claramente los planes realizados en la primera década del siglo XXI no han respondido a la problematica que se planteaba.

Siempre se tiene que volver a empezar y ahora una vez mas. ¿Serán el gobierno y las instituciones internacionales lo suficientemente sabias para aprender del pasado?. El reto de Nicaragua es tener una visión del país a 20 años. ¿En que sectores se va a basar su economía? ¿Cómo se va a equilibrar su balanza comercial?¿En que sectores se va a generar empleo de calidad que permita vivir dignamente? ¿Cómo se va a pagar el sistema educativo, de salud, la red vial, energética y de telecomunicaciones que necesita el país para su desarrollo?. Sin estos elementos no se puede prosperar en la sociedad del conocimiento y Nicaragua seguirá en la marginalidad y con altos niveles de pobreza.

Una estrategia a largo plazo requiere de un consenso no solo de los partidos políticos sino de todos los sectores de la sociedad con el fin de que este quien este en el gobierno el plan se cumpla. Y fundamentalmente de que el sector productivo sea consciente de que hay que pagar impuestos y se comprometa a ello para poder mejorar el sistema educativo, universitario y desarrollar políticas publicas que modernicen la estructura económica del país. ¿Se podrá hacer esto en Nicaragua?.

En otros países se tiene ya esa visión. La estrategia de reducción de pobreza en República Dominicana 2010/2030 es ley y se consensuó por todas las fuerzas políticas. Visión Colombia 2019 o el Plan Nacional de Desarrollo de Ecuador 2025 son otros ejemplos de la formulación estratégica a largo plazo.

¿Que papel debería jugar la cooperación internacional en este escenario? Básicamente impulsar y promover el análisis y la inversión en los sectores productivos que ofrecen ventajas competitivas al país, y que aseguran la generación de empleo de calidad. Además, impulsar una reforma fiscal que permita que se financie un sistema educativo y de infraestructuras que aporten el capital humano y físico para el desarrollo de estos sectores.

Ojala esta vez el Gobierno, la oposición, los empresarios y las instituciones internacionales piensen, se comprometan y ejecuten un plan que permita que en el 2030 no quede cooperación internacional en Nicaragua porque se erradicó la pobreza.

sábado, 4 de febrero de 2012

Crisis financiera y destruccion del modelo social europeo

¿ A quien sirve Europa a la banca privada o a los ciudadanos?


Europa al servicio de los ciudadanos interesante analisis sobre el tema.


Son cifras increíbles. Hace poco, un juez norteamericano falló a favor de los periodistas de Bloomberg que pedían al Banco Central de Estados Unidos que fuera totalmente transparente con la ayuda otorgada al sistema bancario durante los últimos tres años.

¿Es justo que los pueblos paguen 600 u 800 veces más que los bancos?

La evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante

Tras haber examinado 20.000 páginas de diferentes documentos, Bloomberg demostró que la Reserva Federal le había prestado secretamente a los bancos en dificultad la gigantesca cantidad de 1.200.000 millones a un tipo increíblemente bajo de 0,01%.

Al mismo tiempo, en numerosos países, los pueblos están sufriendo los planes de austeridad impuestos por Gobiernos a quienes los mercados financieros ya no prestan millones a tipos inferiores al 6,7% o al 9%. Asfixiados por estos tipos, los Gobiernos se ven "obligados" a congelar las pensiones, las prestaciones familiares o los sueldos de los funcionarios; a hacer recortes y a disminuir las inversiones, lo que aumenta el paro y nos va a sumir a todos dentro de poco en una recesión de extrema gravedad.

¿Resulta normal que en caso de crisis, los bancos privados, a quienes suelen financiar los bancos centrales a un 1% puedan beneficiarse de un tipo al 0,01% pero que en las mismas circunstancias algunos Estados, por el contrario, deban pagar tipos 600 u 800 veces más elevados?

"Estar gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como estarlo por el crimen organizado", decía Roosevelt. Tenía razón. Estamos viviendo una crisis del capitalismo desregulado que puede ser suicida para nuestra civilización. Como dicen Edgar Morin y Stéphane Hessel en su último libro, nuestras sociedades deben elegir: la metamorfosis o la muerte.

¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para abrir los ojos? ¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para entender la gravedad de la crisis y elegir juntos la metamorfosis antes de que nuestras sociedades se disloquen? No tenemos aquí la posibilidad de desarrollar 15 reformas concretas que harían posible esta metamorfosis, pero queremos que sea posible quitarle la razón a Paul Krugman cuando explica que Europa se está encerrando en "una espiral mortal".

¿Cómo podemos darle oxígeno a nuestras finanzas públicas ahora? ¿Cómo podemos actuar sin modificar los Tratados, una tarea que requeriría meses de trabajo y que quizás sea imposible dentro de poco si Europa es cada vez más odiada por los pueblos?

Angela Merkel tiene razón cuando dice que no hay que incitar a los Gobiernos a una huida hacia adelante, pero cabe recordar que la mayor parte de las sumas que nuestros Estados piden prestadas a los mercadosfinancieros son para pagar deudas antiguas. Un ejemplo: en 2012, Francia tendrá que pedir prestados 400.000 millones: 100.000 corresponden al déficit del presupuesto (que sería casi inexistente si se anularan muchas de las rebajas fiscales otorgadas desde hace 10 años) y 300.000 corresponden a deudas antiguas que llegan a su vencimiento y que somos incapaces de reembolsar si no nos endeudamos de nuevo un par de horas antes de reembolsarlas.

El pasado, pasado está. Imponer tipos de interés descomunales para deudas acumuladas hace 5 o 10 años no contribuye a responsabilizar a los Gobiernos sino que asfixia nuestras economías en beneficio de algunos bancos privados; alegando que existe un riesgo, estos prestan a un tipo altísimo, aunque sepan que no hay ningún riesgo verdadero ya que el Fondo Europeo de Seguridad está para garantizar la solvencia de los Estados europeos.

Hay que acabar con lo de "dos pesos, dos medidas": inspirándonos en lo que hizo el Banco Central norteamericano para salvar el sistema financiero, proponemos que la "deuda vieja" de nuestros Estados pueda ser refinanciada a un tipo de interés cercano al 0%.

No hay ninguna necesidad de modificar los Tratados europeos para poner en práctica esta idea: ciertamente el Banco Central no tiene derecho a prestar a los Estados miembros de la Unión Europea, pero puede prestar sin límite alguno a organismos públicos de crédito (artículo 21.3 del estatuto del sistema europeo de los bancos centrales) y a organizaciones internacionales (artículo 23 del mismo estatuto). Así pues el Banco Central Europeo puede prestar al 0,01% al Banco Europeo de Inversiones o a cualquier banco público nacional y ellos, pueden prestar al 0,102% a los Estados que se endeudan para pagar sus deudas viejas.

Nada impide establecer esta forma de financiación a partir del mes que viene. No lo decimos lo suficiente: el presupuesto de Italia tendría un excedente primario si no tuviera que pagar gastos financieros cada vez más elevados.

¿Tenemos que dejar que Italia se hunda en la recesión económica y la crisis política o hay que poner fin a las rentas de los bancos privados? La respuesta tendría que ser evidente para quien actúa a favor del bien común.

El papel fundamental que los Tratados le atribuyen al Banco Central es el de proteger la estabilidad de los precios. Por tanto, ¿cómo puede no reaccionar cuando ciertos países ven multiplicarse por dos o por tres el precio de sus Bonos del Tesoro en unos meses?

El Banco Central también tiene que velar por la estabilidad de nuestras economías. ¿Cómo puede no actuar cuando el precio de la deuda amenaza con sumirnos a todos en una recesión "más grave que la de 1930", según el gobernador del Banco de Inglaterra?

Nada en los Tratados vigentes le prohíbe al Banco Central que intervenga con firmeza para hacer bajar el precio de la deuda pública. No solo no hay nada que se lo impida sino que todas las circunstancias lo incitan a hacerlo ya que para todos, la evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante.

En 1989, tras la caída del muro de Berlín, les bastó un mes a Helmut Kohl, François Mitterrand y a los otros jefes de Estado europeos para decidir la creación de la moneda única. Tras cuatro años de crisis ¿a qué están esperando nuestros dirigentes para oxigenar nuestras finanzas públicas? El mecanismo que proponemos podría aplicarse inmediatamente, tanto para disminuir el coste de la deuda antigua como para financiar inversiones fundamentales para nuestro porvenir.

Todos los que piden la negociación de un nuevo tratado europeo llevan toda la razón: con los países que quieran, debemos construir una Europa política, capaz de influir en la globalización, una Europa realmente democrática como ya lo proponían Wolfgang Schäuble y Karl Lamers en 1994 o Joschka Fischer en 2000.

Por supuesto, es necesario un tratado de convergencia social y una verdadera gobernanza económica. Todo esto es imprescindible. Pero no se podrá adoptar ningún nuevo tratado si nuestro continente se hunde en "una espiral de la muerte" y si una mayoría de ciudadanos acaba odiando cuanto viene de Bruselas.

Lo urgente es enviarle una señal muy clara a los pueblos: Europa no está en manos de los lobbies financieros. Europa está al servicio de los ciudadanos

La obsesion por la deuda publica

Es realmente el problema de la deuda publica el mas importante de la economia? donde se va a llevar a las economias con esta prioridad? no seria mejor centrarse en la creacion de empleo, y asi resolver el problema de la deuda via crecimiento economico?


Nadie entiende la deuda, cree Krugman...

En 2011, como en 2010, Estados Unidos experimentaba una recuperación técnica, pero seguía sufriendo un desempleo desastrosamente alto. Y a lo largo de la mayor parte de 2011, como en 2010, casi todas las conversaciones en Washington giraban en torno a otra cosa: el problema supuestamente urgente de reducir el déficit público.

Los países con Gobiernos estables y responsables han sido capaces de vivir con niveles de deuda elevados

Este enfoque inapropiado dice mucho sobre nuestra cultura política, en concreto sobre lo desconectado que está el Congreso del sufrimiento de los estadounidenses de a pie. Pero también revela algo más: cuando la gente en Washington habla de déficits y deuda, la inmensa mayoría no tiene ni idea de lo que está hablando, y la gente que más habla es la que menos entiende.

Lo más evidente es quizá que los "expertos" económicos en los que confía gran parte del Congreso han estado totalmente equivocados una y otra vez sobre los efectos a corto plazo de los déficits públicos. La gente que obtiene sus análisis económicos de instituciones como la Fundación Heritage lleva esperando desde que el presidente Obama asumió el cargo a que el déficit público disparase los tipos de interés. El día menos pensado.

Y mientras ha estado esperando, esos tipos han descendido hasta mínimos históricos. Se podría pensar que esto llevaría a los políticos a cuestionar su elección de expertos (es decir, se podría pensar eso si no supiéramos nada sobre la política posmoderna no basada en hechos).

Pero Washington no se confunde solo en lo que respecta al corto plazo; también está confundido acerca del largo plazo. Porque aunque la deuda pueda ser un problema, la forma en que nuestros políticos y lumbreras piensan en la deuda es incorrecta y exagera el tamaño del problema.

Los que se preocupan por el déficit retratan un futuro en el que nos vemos empobrecidos por la necesidad de devolver el dinero que hemos tomado prestado. Ven a EE UU como una familia que pidió una hipoteca demasiado alta y que se ve en apuros para pagar las cuotas mensuales. Sin embargo, esta es una analogía realmente mala por lo menos en dos sentidos.

En primer lugar, las familias tienen que devolver su deuda. Los Gobiernos, no; todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que la deuda aumenta más lentamente que su base imponible. La deuda de la II Guerra Mundial nunca se devolvió; sencillamente, se fue volviendo cada vez más irrelevante, a medida que la economía estadounidense crecía, y con ella, la renta sometida a tributación.

En segundo lugar, y esto es lo que nadie parece entender, una familia excesivamente endeudada debe dinero a otra persona; la deuda estadounidense es, en gran medida, dinero que nos debemos a nosotros mismos.

Esto era claramente cierto en el caso de la deuda en que incurrimos para ganar la Segunda Guerra Mundial. Los contribuyentes asumieron la responsabilidad de una deuda que era significativamente más elevada, como porcentaje del PIB, que la deuda actual; pero los titulares de esa deuda también eran los contribuyentes, como la gente que compraba bonos de ahorro. De modo que la deuda no hizo más pobre a los Estados Unidos de la posguerra. En concreto, la deuda no impidió que la generación de la posguerra experimentara el mayor aumento de la renta y el nivel de vida en la historia de nuestra nación.

Pero esta vez es diferente, ¿no? No tanto como creen.

Es verdad que ahora los extranjeros poseen grandes intereses en EE UU, entre ellos una buena cantidad de deuda pública. Pero cada dólar de participaciones extranjeras en Estados Unidos se ve igualado por 89 céntimos de participaciones estadounidenses en el extranjero. Y como los extranjeros tienden a hacer sus inversiones en Estados Unidos en activos seguros y de baja rentabilidad, EE UU gana en la práctica más por sus activos en el extranjero de lo que paga a los inversores extranjeros. Si se han hecho la idea de que es un país profundamente endeudado con los chinos, les han informado mal. Y tampoco estamos avanzando rápidamente en esa dirección.

Claro que el hecho de que la deuda federal no implique ni mucho menos que el futuro de Estados Unidos esté hipotecado no quiere decir que la deuda no sea perjudicial. Para pagar los intereses hay que recaudar impuestos, y no hay que ser un ideólogo de derechas para reconocer que los impuestos suponen algún coste para la economía, aunque solo sea porque apartan los recursos de las actividades productivas y los desvían hacia la elusión y la evasión de impuestos. Pero estos costes son mucho menos trágicos de lo que la analogía de la familia excesivamente endeudada podría dar a entender.

Y esa es la razón por la que los países con Gobiernos estables y responsables -o sea, Gobiernos que están dispuestos a elevar moderadamente los impuestos cuando la situación lo exige- han sido por regla general capaces de vivir con niveles de deuda mucho más elevados de lo que la opinión convencional nos induciría a pensar. Gran Bretaña, en concreto, ha tenido una deuda superior al 100% del PIB durante 81 de los últimos 170 años. Cuando Keynes escribía sobre la necesidad de gastar para salir de una depresión, Gran Bretaña estaba más endeudada que cualquier país desarrollado hoy en día, con la excepción de Japón.

Naturalmente, EE UU, con su movimiento conservador furibundamente antiimpuestos, podría no tener un Gobierno que sea responsable en ese sentido. Pero en ese caso, la culpa no es de la deuda, sino nuestra.

De modo que, sí, la deuda es importante. Pero en estos momentos hay cosas más importantes. Necesitamos más, no menos, gasto público para sacarnos de la trampa del desempleo. Y la terca y desinformada obsesión con la deuda se interpone en el camino.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008. @ New York Times Service 2012. Traducción de News Clips.

¿Es la austeridad la solucion a la crisis economica?

Interesante articulo de Krugman sobre el tema

La semana pasada, el Instituto Nacional de Investigación Económica y Social, una fundación británica, publicó un gráfico alarmante que comparaba la depresión actual con recesiones y recuperaciones anteriores. Resulta que según un indicador importante -los cambios en el Producto Interior Bruto (PIB) desde que empezó la recesión- a Reino Unido le está yendo peor esta vez de lo que le fue durante la Gran Depresión. Tras cuatro años de depresión, el PIB británico había vuelto a alcanzar su máximo anterior; cuatro años después de que empezara la Gran Recesión, Reino Unido no está ni mucho menos cerca de recuperar el terreno perdido.

Muchos economistas han olvidado deliberadamente las lecciones del pasado. A Italia también le está yendo peor que durante la década de 1930, y con España dirigiéndose claramente hacia una doble recesión, tenemos a tres de las cinco grandes economías europeas como miembros del club de los "peores que". Sí, existen algunas salvedades y complicaciones, pero esto constituye, no obstante, un asombroso fracaso de la política.

Y es un fracaso, concretamente, de la doctrina de austeridad que ha predominado en el debate político de las élites tanto en Europa como, en gran medida, en Estados Unidos durante los dos últimos años.

Y bien, en cuanto a esas salvedades: por una parte, el paro en Reino Unido era mucho más elevado en la década de 1930 de lo que lo es ahora, porque la economía británica estaba deprimida -principalmente por culpa de un regreso desacertado al patrón oro- incluso antes de que estallara la depresión. Y por otra parte, Reino Unido sufrió una depresión muy llevadera en comparación con la de Estados Unidos.

Incluso así, superar el historial de la década de 1930 no debería ser un reto difícil. ¿Acaso no hemos aprendido muchas cosas sobra la gestión económica a lo largo de los 80 últimos años? Sí, así ha sido, pero en Reino Unido y en otros lugares, la élite política decidió tirar por la ventana los conocimientos obtenidos a duras penas y confiar en cambio en ilusiones que le convinieran desde un punto de vista ideológico.

Se creía que Reino Unido, en concreto, era un modelo de "austeridad expansionista", la idea de que, en vez de aumentar el gasto del Gobierno para luchar contra las recesiones, hay que recortarlo, y que esto induciría un crecimiento económico más rápido. "Los que sostienen que ocuparse de nuestro déficit y fomentar el crecimiento son de alguna manera alternativas se equivocan", declaraba David Cameron, el primer ministro británico. "No puedes aplazar lo primero para impulsar lo segundo".

¿Cómo podía prosperar la economía cuando el desempleo ya era elevado y las políticas del Gobierno estaban reduciendo directamente el empleo más todavía? ¡La confianza! "Creo firmemente", manifestaba Jean-Claude Trichet -que por aquel entonces era el presidente del Banco Central Europeo y un firme partidario de la doctrina de la austeridad expansionista- "que, en la coyuntura actual, las políticas que impulsen la confianza acelerarán la recuperación económica en vez de obstaculizarla, porque la confianza es el factor clave hoy en día".

Semejantes invocaciones al hada de la confianza nunca fueron plausibles; los investigadores del Fondo Monetario Internacional y de otras instituciones desacreditaron rápidamente la supuesta prueba de que los recortes en el gasto crean empleo. Sin embargo, la gente influyente a ambos lados del Atlántico colmó de elogios a los profetas de la austeridad, y a Cameron en especial, porque la doctrina de la austeridad expansionista encajaba con sus programas ideológicos.

Por tanto, en octubre de 2010, David Broder, quien prácticamente encarnaba la opinión común, alabó a Cameron por su audacia, y en concreto por "no hacer caso de las advertencias de los economistas de que una medicina repentina y fuerte podría frenar en seco la recuperación económica y volver a sumir al país en la recesión". Más tarde, instó al presidente Barack Obama a "hacer una cameronada" y llevar a cabo "una reducción drástica del Estado de bienestar ya mismo".

Sin embargo, por extraño que parezca, esas advertencias de los economistas resultaron ser totalmente acertadas. Y tenemos bastante suerte de que Obama no hiciera, de hecho, una cameronada.

Lo que no quiere decir que todo vaya bien en la política estadounidense. Es cierto que el Gobierno ha evitado una austeridad total, pero los gobiernos estatales y locales, que deben tener unos presupuestos más o menos equilibrados, han recortado el gasto y el empleo a medida que se acababa la ayuda federal, y eso ha sido un lastre importante para el conjunto de la economía. Sin esos recortes del gasto, ya podríamos haber estado en la senda del crecimiento autosostenible; tal y como están las cosas, la recuperación pende de un hilo.

Y puede que el continente europeo, donde las políticas de austeridad están teniendo el mismo efecto que en Reino Unido y donde muchos indicios apuntan a una recesión este año, nos lleve por mal camino.

Lo más exasperante de esta tragedia es que era totalmente innecesaria. Hace un siglo, cualquier economista -o, de hecho, cualquier estudiante universitario que hubiese leído el libro de texto Economía, de Paul Samuelson- les podría haber dicho que la austeridad frente a una depresión era una idea muy mala. Pero los que elaboran las políticas, los expertos y, siento decirlo, muchos economistas decidieron, en gran parte por razones políticas, olvidar lo que solían saber. Y millones de trabajadores están pagando el precio de su amnesia deliberada.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008. © 2012 New York Times News Service. Traducción de News Clips.