viernes, 31 de agosto de 2012
Economic growth in the future
sábado, 21 de julio de 2012
España: el fallo de un pais en un mundo en cambio
geo-Center for Global Economy and Geopolitics. Es autor, junto con Andrés Ortega, del libro ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país.
sábado, 14 de julio de 2012
Economia e Ideologia
Dani Rodrik
http://www.project-syndicate.org/commentary/occupy-the-classroom-/spanish
sábado, 12 de mayo de 2012
Krugman y la crisis economica
viernes, 30 de marzo de 2012
Poder, Prosperidad y Pobreza ¿Por que las naciones fracasan?
Interesante articulo de Emilio Ontiveros sobre el libro Why nations fail de Acemoglu y Robinson
Los factores determinantes del crecimiento económico, su importancia en las diferencias en los niveles de bienestar entre las distintas naciones, ha constituido una obsesión de los científicos sociales desde que Adam Smith formulara su Riqueza de las naciones. La geografía, la climatología, las dotaciones de capital, la cultura, las políticas económicas, entre otros, han sido factores en los que se han fundamentado algunas de las más recientes y difundidas explicaciones. Esa búsqueda, lejos de darse por concluida, ha seguido orientando la investigación animada por el creciente contraste que sigue observándose entre las naciones, en especial cuando se contemplan con cierta perspectiva histórica.
La publicación reciente del libro de Daron Acemoglu y James Robinson (Why nations fail: the origins of power, prosperity and poverty) constituye algo más que un episodio en esa tendencia explicativa de la pobreza y de la prosperidad de las naciones. Aun cuando no cierre esa tensión investigadora, será muy probablemente una obra de referencia sobre la que en los próximos años gire buena parte de la discusión sobre el desarrollo económico. Constituye un completo recorrido por la historia tratando de explicar el éxito y el fracaso de las naciones en la creación de riqueza y prosperidad para sus ciudadanos. El punto de partida no es nuevo: la forma en la que las sociedades se organizan, sus instituciones, constituye un determinante fundamental del comportamiento económico.
Sus autores (profesores en los departamentos de economía y ciencia política de MIT y Harvard, respectivamente) han conseguido el difícil empeño de simultanear la contribución académica y la atracción de los lectores no especializados. La impecable estructura teórica del trabajo, la riqueza de la perspectiva histórica desplegada y las autorizadas referencias a la ciencia política, así como la contundencia argumental, se unen a la pertinencia, a la oportunidad de su aparición. Han puesto el riguroso y relevante conocimiento de la economía y de la historia política al servicio de una explicación que difícilmente puede pasarse por alto. Han conseguido, además, que el lector disfrute.
Los trabajos de Acemoglu habían sido suficientemente conocidos en los ámbitos del crecimiento económico, de la desigualdad, de la economía política en su más amplia acepción. Es uno de los economistas con mayor predicamento académico, al que en 2005 se le concedió el mini Nobel: la medalla John Bates Clark al economista menor de 40 años más destacado en su contribución al conocimiento económico. Es conocida su sensibilidad al análisis de los conflictos abiertos en el norte de África y Oriente Próximo, o a las manifestaciones en las naciones avanzadas (incluidas las localizadas en Wall Street), seguidas en el sugerente blog creado (@WhyNationsFail) con ocasión del lanzamiento del libro. Las raíces desde las que emergen la pobreza y la incapacidad para frenar la desigualdad son los denominadores comunes de esas tensiones sociales que no favorecen precisamente la sostenibilidad del crecimiento económico.
La tesis fundamental, avalada en esa larga revisión de la historia política y económica, no puede disponer de mayor vigencia. Es la Política con mayúsculas, las instituciones verdaderamente inclusivas, aquellas insertas en sociedades abiertas, las que en mayor medida abonan el terreno a la prosperidad de las naciones. Esta viene determinada por el conjunto de incentivos que crean instituciones, y estas, a su vez, por las políticas. En el centro de la estructura de su análisis se encuentra la tensión entre los que mantienen el poder político: la forma en que lo usan y la distribución entre sus propios intereses y los del resto de la sociedad. Aunque sean las naciones menos desarrolladas las que sirven de frecuente referencia en la obra, las consideraciones son igualmente relevantes para las consideradas economías avanzadas.
Son las instituciones políticas las que determinan las correspondientes instituciones económicas de calidad y, desde luego, la capacidad de los ciudadanos para controlar a los políticos. En aquellas, el poder del Estado, además de suficientemente centralizado, para evitar el dominio de las minorías ha de revelarse absolutamente compatible con el pluralismo. Esas instituciones favorecedoras de la prosperidad, de las reglas que gobiernan el funcionamiento de las economías, así como los incentivos de que dispone la gente, son las razones que explican las diferencias en la riqueza y su distribución. Las referencias concretas de naciones, desde las Coreas hasta México, sin excluir un detenimiento significativo en el caso de China, en la sostenibilidad de la particular combinación de su sistema político y económico, son esclarecedoras de la argumentación que subyace en toda la obra.
Sin instituciones de calidad es imposible la sostenibilidad del crecimiento, aquel que se ampara en las posibilidades de generación de innovaciones y de la emergencia de nuevas empresas que contestan y regeneran a las establecidas, contribuyendo a la dispersión del poder económico: alimentan esa dinámica de destrucción creativa que aquel otro científico social, Joseph Schumpeter, anticipara como uno de los fundamentos del desarrollo económico. La vinculación entre instituciones políticas y económicas se revela esencial a este respecto. Son las instituciones inclusivas, estimuladoras de la prosperidad, las que generan círculos virtuosos que impiden que las élites se apropien de las mismas. Interrogantes como la continuidad de la larga fase de crecimiento económico en China o la del liderazgo de EE UU son cuestiones que, sin necesidad de las referencias que aparecen en la obra, sacuden la curiosidad del lector.
La prosperidad, en definitiva, se fundamenta en la lucha política contra los privilegios. La concentración del poder en las élites, la conformación de instituciones en beneficio de las minorías, son razones poderosas en la explicación del atraso, del fracaso de las naciones, del contraste con las más prósperas. Se trata, en definitiva, de la calidad de la política, de la propia democracia. Por eso no es de extrañar el énfasis que los autores hacen, y han dejado escrito en trabajos anteriores, en la desigualdad como elemento poco conciliable con el crecimiento económico sostenible. La pertinencia de estas consideraciones es importante: ahora es cuando esa concentración de la renta y de la riqueza se ha hecho más explicita, incluso en trabajos recientes de la propia OCDE y de cualificados investigadores en EE UU, donde el debate está cobrando una especial relevancia durante la campaña electoral. Esa creciente desigualdad es considerada por los autores un síntoma de los retos de las instituciones inclusivas de esas naciones avanzadas. La desafección, el directo cuestionamiento, de las instituciones, y de la propia actividad política, esta seriamente en entredicho, no únicamente en las naciones menos desarrolladas. También en Europa, todavía hasta hace poco tiempo referencia del desarrollo económico inclusivo.
La resolución de la actual crisis, la naturaleza de las políticas económicas, así como la diligencia y eficacia de las instituciones, su proyección inclusiva o, por el contrario, la subordinación a intereses minoritarios (su naturaleza extractiva), son ahora del todo relevantes. No solo por la exigencia de alejar los muy serios riesgos de empobrecimiento de las mayorías, sino por el riesgo de que las propias instituciones salgan de la más severa crisis desde la Gran Depresión con instituciones menos legitimadas: aparentemente más propiciadoras de la defensa de intereses minoritarios. Con independencia del exclusivo determinismo que se atribuya a las instituciones inclusivas, lo que no es contestable con la observación empírica disponible es su notable contribución a la prosperidad de las naciones. Tomemos buena nota.
publicado en El Pais
miércoles, 8 de febrero de 2012
Planes Nacionales de Desarrollo en Nicaragua: ¿sirven para el desarrollo del pais?
¿Será bueno el próximo Plan Nacional de Desarrollo de Nicaragua?
El Banco Mundial empezó a trabajar en Nicaragua en los años 50. Su diagnostico fue que Nicaragua era un país con un alto potencial de crecimiento y que para ello habría que mejorar los estándares de salud y de educación; la red de aguas y saneamiento; modernizar la red vial; mejorar la administración publica, en especial el sistema fiscal; e incrementar la cobertura y capacidad energética entre otras cosas. Para esto se proponía formular una estrategia de desarrollo a largo plazo.
60 años después la situación es parecida. Dejando aparte los episodios de la revolución y del terremoto, que son una buena razón para explicar porque no se avanzó en el desarrollo del país durante los años 70 y 80, podemos analizar la estrategia de desarrollo desde los años 90. Y vemos que en los últimos veinte años los indicadores del desarrollo del país han seguido, en términos generales, estancados.
No fue hasta el año 2000 con la nueva estrategia de reducción de la pobreza del Banco Mundial , una vez fracasada las políticas del Consenso de Washington, cuando se empieza a impulsar un proceso endógeno de formulación de planes de desarrollo integrales del país. En el año 2000 la Estrategia de Reducción de la Pobreza. En el 2001 Estrategia Reforzada de Reducción de la pobreza. En el 2003 el Plan Nacional de Desarrollo En el 2004 el Plan Nacional de Desarrollo Operativo. En 2008 Plan Nacional de desarrollo humano. Y por ultimo, en 2009, el Plan Nacional de desarrollo humano actualizado. ¿Cuales son los resultados de todos estos planes? Si vemos las estadísticas los avances han sido insignificantes. ¿Habrá que preguntarse porque?
Claramente la primera pregunta que surge es en cuantos años se puede alcanzar resultados que permitan superar el subdesarrollo y la pobreza ¿10, 15, 20?. Entonces como podemos estar hablando de planes nacionales de desarrollo de 4 años o incluso de dos? Claramente los planes realizados en la primera década del siglo XXI no han respondido a la problematica que se planteaba.
Siempre se tiene que volver a empezar y ahora una vez mas. ¿Serán el gobierno y las instituciones internacionales lo suficientemente sabias para aprender del pasado?. El reto de Nicaragua es tener una visión del país a 20 años. ¿En que sectores se va a basar su economía? ¿Cómo se va a equilibrar su balanza comercial?¿En que sectores se va a generar empleo de calidad que permita vivir dignamente? ¿Cómo se va a pagar el sistema educativo, de salud, la red vial, energética y de telecomunicaciones que necesita el país para su desarrollo?. Sin estos elementos no se puede prosperar en la sociedad del conocimiento y Nicaragua seguirá en la marginalidad y con altos niveles de pobreza.
Una estrategia a largo plazo requiere de un consenso no solo de los partidos políticos sino de todos los sectores de la sociedad con el fin de que este quien este en el gobierno el plan se cumpla. Y fundamentalmente de que el sector productivo sea consciente de que hay que pagar impuestos y se comprometa a ello para poder mejorar el sistema educativo, universitario y desarrollar políticas publicas que modernicen la estructura económica del país. ¿Se podrá hacer esto en Nicaragua?.
En otros países se tiene ya esa visión. La estrategia de reducción de pobreza en República Dominicana 2010/2030 es ley y se consensuó por todas las fuerzas políticas. Visión Colombia 2019 o el Plan Nacional de Desarrollo de Ecuador 2025 son otros ejemplos de la formulación estratégica a largo plazo.
¿Que papel debería jugar la cooperación internacional en este escenario? Básicamente impulsar y promover el análisis y la inversión en los sectores productivos que ofrecen ventajas competitivas al país, y que aseguran la generación de empleo de calidad. Además, impulsar una reforma fiscal que permita que se financie un sistema educativo y de infraestructuras que aporten el capital humano y físico para el desarrollo de estos sectores.
Ojala esta vez el Gobierno, la oposición, los empresarios y las instituciones internacionales piensen, se comprometan y ejecuten un plan que permita que en el 2030 no quede cooperación internacional en Nicaragua porque se erradicó la pobreza.
sábado, 4 de febrero de 2012
Crisis financiera y destruccion del modelo social europeo
¿ A quien sirve Europa a la banca privada o a los ciudadanos?
Europa al servicio de los ciudadanos interesante analisis sobre el tema.
Son cifras increíbles. Hace poco, un juez norteamericano falló a favor de los periodistas de Bloomberg que pedían al Banco Central de Estados Unidos que fuera totalmente transparente con la ayuda otorgada al sistema bancario durante los últimos tres años.
¿Es justo que los pueblos paguen 600 u 800 veces más que los bancos?
La evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante
Tras haber examinado 20.000 páginas de diferentes documentos, Bloomberg demostró que la Reserva Federal le había prestado secretamente a los bancos en dificultad la gigantesca cantidad de 1.200.000 millones a un tipo increíblemente bajo de 0,01%.
Al mismo tiempo, en numerosos países, los pueblos están sufriendo los planes de austeridad impuestos por Gobiernos a quienes los mercados financieros ya no prestan millones a tipos inferiores al 6,7% o al 9%. Asfixiados por estos tipos, los Gobiernos se ven "obligados" a congelar las pensiones, las prestaciones familiares o los sueldos de los funcionarios; a hacer recortes y a disminuir las inversiones, lo que aumenta el paro y nos va a sumir a todos dentro de poco en una recesión de extrema gravedad.
¿Resulta normal que en caso de crisis, los bancos privados, a quienes suelen financiar los bancos centrales a un 1% puedan beneficiarse de un tipo al 0,01% pero que en las mismas circunstancias algunos Estados, por el contrario, deban pagar tipos 600 u 800 veces más elevados?
"Estar gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como estarlo por el crimen organizado", decía Roosevelt. Tenía razón. Estamos viviendo una crisis del capitalismo desregulado que puede ser suicida para nuestra civilización. Como dicen Edgar Morin y Stéphane Hessel en su último libro, nuestras sociedades deben elegir: la metamorfosis o la muerte.
¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para abrir los ojos? ¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para entender la gravedad de la crisis y elegir juntos la metamorfosis antes de que nuestras sociedades se disloquen? No tenemos aquí la posibilidad de desarrollar 15 reformas concretas que harían posible esta metamorfosis, pero queremos que sea posible quitarle la razón a Paul Krugman cuando explica que Europa se está encerrando en "una espiral mortal".
¿Cómo podemos darle oxígeno a nuestras finanzas públicas ahora? ¿Cómo podemos actuar sin modificar los Tratados, una tarea que requeriría meses de trabajo y que quizás sea imposible dentro de poco si Europa es cada vez más odiada por los pueblos?
Angela Merkel tiene razón cuando dice que no hay que incitar a los Gobiernos a una huida hacia adelante, pero cabe recordar que la mayor parte de las sumas que nuestros Estados piden prestadas a los mercadosfinancieros son para pagar deudas antiguas. Un ejemplo: en 2012, Francia tendrá que pedir prestados 400.000 millones: 100.000 corresponden al déficit del presupuesto (que sería casi inexistente si se anularan muchas de las rebajas fiscales otorgadas desde hace 10 años) y 300.000 corresponden a deudas antiguas que llegan a su vencimiento y que somos incapaces de reembolsar si no nos endeudamos de nuevo un par de horas antes de reembolsarlas.
El pasado, pasado está. Imponer tipos de interés descomunales para deudas acumuladas hace 5 o 10 años no contribuye a responsabilizar a los Gobiernos sino que asfixia nuestras economías en beneficio de algunos bancos privados; alegando que existe un riesgo, estos prestan a un tipo altísimo, aunque sepan que no hay ningún riesgo verdadero ya que el Fondo Europeo de Seguridad está para garantizar la solvencia de los Estados europeos.
Hay que acabar con lo de "dos pesos, dos medidas": inspirándonos en lo que hizo el Banco Central norteamericano para salvar el sistema financiero, proponemos que la "deuda vieja" de nuestros Estados pueda ser refinanciada a un tipo de interés cercano al 0%.
No hay ninguna necesidad de modificar los Tratados europeos para poner en práctica esta idea: ciertamente el Banco Central no tiene derecho a prestar a los Estados miembros de la Unión Europea, pero puede prestar sin límite alguno a organismos públicos de crédito (artículo 21.3 del estatuto del sistema europeo de los bancos centrales) y a organizaciones internacionales (artículo 23 del mismo estatuto). Así pues el Banco Central Europeo puede prestar al 0,01% al Banco Europeo de Inversiones o a cualquier banco público nacional y ellos, pueden prestar al 0,102% a los Estados que se endeudan para pagar sus deudas viejas.
Nada impide establecer esta forma de financiación a partir del mes que viene. No lo decimos lo suficiente: el presupuesto de Italia tendría un excedente primario si no tuviera que pagar gastos financieros cada vez más elevados.
¿Tenemos que dejar que Italia se hunda en la recesión económica y la crisis política o hay que poner fin a las rentas de los bancos privados? La respuesta tendría que ser evidente para quien actúa a favor del bien común.
El papel fundamental que los Tratados le atribuyen al Banco Central es el de proteger la estabilidad de los precios. Por tanto, ¿cómo puede no reaccionar cuando ciertos países ven multiplicarse por dos o por tres el precio de sus Bonos del Tesoro en unos meses?
El Banco Central también tiene que velar por la estabilidad de nuestras economías. ¿Cómo puede no actuar cuando el precio de la deuda amenaza con sumirnos a todos en una recesión "más grave que la de 1930", según el gobernador del Banco de Inglaterra?
Nada en los Tratados vigentes le prohíbe al Banco Central que intervenga con firmeza para hacer bajar el precio de la deuda pública. No solo no hay nada que se lo impida sino que todas las circunstancias lo incitan a hacerlo ya que para todos, la evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante.
En 1989, tras la caída del muro de Berlín, les bastó un mes a Helmut Kohl, François Mitterrand y a los otros jefes de Estado europeos para decidir la creación de la moneda única. Tras cuatro años de crisis ¿a qué están esperando nuestros dirigentes para oxigenar nuestras finanzas públicas? El mecanismo que proponemos podría aplicarse inmediatamente, tanto para disminuir el coste de la deuda antigua como para financiar inversiones fundamentales para nuestro porvenir.
Todos los que piden la negociación de un nuevo tratado europeo llevan toda la razón: con los países que quieran, debemos construir una Europa política, capaz de influir en la globalización, una Europa realmente democrática como ya lo proponían Wolfgang Schäuble y Karl Lamers en 1994 o Joschka Fischer en 2000.
Por supuesto, es necesario un tratado de convergencia social y una verdadera gobernanza económica. Todo esto es imprescindible. Pero no se podrá adoptar ningún nuevo tratado si nuestro continente se hunde en "una espiral de la muerte" y si una mayoría de ciudadanos acaba odiando cuanto viene de Bruselas.
Lo urgente es enviarle una señal muy clara a los pueblos: Europa no está en manos de los lobbies financieros. Europa está al servicio de los ciudadanos
La obsesion por la deuda publica
Es realmente el problema de la deuda publica el mas importante de la economia? donde se va a llevar a las economias con esta prioridad? no seria mejor centrarse en la creacion de empleo, y asi resolver el problema de la deuda via crecimiento economico?
Nadie entiende la deuda, cree Krugman...
En 2011, como en 2010, Estados Unidos experimentaba una recuperación técnica, pero seguía sufriendo un desempleo desastrosamente alto. Y a lo largo de la mayor parte de 2011, como en 2010, casi todas las conversaciones en Washington giraban en torno a otra cosa: el problema supuestamente urgente de reducir el déficit público.
Los países con Gobiernos estables y responsables han sido capaces de vivir con niveles de deuda elevados
Este enfoque inapropiado dice mucho sobre nuestra cultura política, en concreto sobre lo desconectado que está el Congreso del sufrimiento de los estadounidenses de a pie. Pero también revela algo más: cuando la gente en Washington habla de déficits y deuda, la inmensa mayoría no tiene ni idea de lo que está hablando, y la gente que más habla es la que menos entiende.
Lo más evidente es quizá que los "expertos" económicos en los que confía gran parte del Congreso han estado totalmente equivocados una y otra vez sobre los efectos a corto plazo de los déficits públicos. La gente que obtiene sus análisis económicos de instituciones como la Fundación Heritage lleva esperando desde que el presidente Obama asumió el cargo a que el déficit público disparase los tipos de interés. El día menos pensado.
Y mientras ha estado esperando, esos tipos han descendido hasta mínimos históricos. Se podría pensar que esto llevaría a los políticos a cuestionar su elección de expertos (es decir, se podría pensar eso si no supiéramos nada sobre la política posmoderna no basada en hechos).
Pero Washington no se confunde solo en lo que respecta al corto plazo; también está confundido acerca del largo plazo. Porque aunque la deuda pueda ser un problema, la forma en que nuestros políticos y lumbreras piensan en la deuda es incorrecta y exagera el tamaño del problema.
Los que se preocupan por el déficit retratan un futuro en el que nos vemos empobrecidos por la necesidad de devolver el dinero que hemos tomado prestado. Ven a EE UU como una familia que pidió una hipoteca demasiado alta y que se ve en apuros para pagar las cuotas mensuales. Sin embargo, esta es una analogía realmente mala por lo menos en dos sentidos.
En primer lugar, las familias tienen que devolver su deuda. Los Gobiernos, no; todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que la deuda aumenta más lentamente que su base imponible. La deuda de la II Guerra Mundial nunca se devolvió; sencillamente, se fue volviendo cada vez más irrelevante, a medida que la economía estadounidense crecía, y con ella, la renta sometida a tributación.
En segundo lugar, y esto es lo que nadie parece entender, una familia excesivamente endeudada debe dinero a otra persona; la deuda estadounidense es, en gran medida, dinero que nos debemos a nosotros mismos.
Esto era claramente cierto en el caso de la deuda en que incurrimos para ganar la Segunda Guerra Mundial. Los contribuyentes asumieron la responsabilidad de una deuda que era significativamente más elevada, como porcentaje del PIB, que la deuda actual; pero los titulares de esa deuda también eran los contribuyentes, como la gente que compraba bonos de ahorro. De modo que la deuda no hizo más pobre a los Estados Unidos de la posguerra. En concreto, la deuda no impidió que la generación de la posguerra experimentara el mayor aumento de la renta y el nivel de vida en la historia de nuestra nación.
Pero esta vez es diferente, ¿no? No tanto como creen.
Es verdad que ahora los extranjeros poseen grandes intereses en EE UU, entre ellos una buena cantidad de deuda pública. Pero cada dólar de participaciones extranjeras en Estados Unidos se ve igualado por 89 céntimos de participaciones estadounidenses en el extranjero. Y como los extranjeros tienden a hacer sus inversiones en Estados Unidos en activos seguros y de baja rentabilidad, EE UU gana en la práctica más por sus activos en el extranjero de lo que paga a los inversores extranjeros. Si se han hecho la idea de que es un país profundamente endeudado con los chinos, les han informado mal. Y tampoco estamos avanzando rápidamente en esa dirección.
Claro que el hecho de que la deuda federal no implique ni mucho menos que el futuro de Estados Unidos esté hipotecado no quiere decir que la deuda no sea perjudicial. Para pagar los intereses hay que recaudar impuestos, y no hay que ser un ideólogo de derechas para reconocer que los impuestos suponen algún coste para la economía, aunque solo sea porque apartan los recursos de las actividades productivas y los desvían hacia la elusión y la evasión de impuestos. Pero estos costes son mucho menos trágicos de lo que la analogía de la familia excesivamente endeudada podría dar a entender.
Y esa es la razón por la que los países con Gobiernos estables y responsables -o sea, Gobiernos que están dispuestos a elevar moderadamente los impuestos cuando la situación lo exige- han sido por regla general capaces de vivir con niveles de deuda mucho más elevados de lo que la opinión convencional nos induciría a pensar. Gran Bretaña, en concreto, ha tenido una deuda superior al 100% del PIB durante 81 de los últimos 170 años. Cuando Keynes escribía sobre la necesidad de gastar para salir de una depresión, Gran Bretaña estaba más endeudada que cualquier país desarrollado hoy en día, con la excepción de Japón.
Naturalmente, EE UU, con su movimiento conservador furibundamente antiimpuestos, podría no tener un Gobierno que sea responsable en ese sentido. Pero en ese caso, la culpa no es de la deuda, sino nuestra.
De modo que, sí, la deuda es importante. Pero en estos momentos hay cosas más importantes. Necesitamos más, no menos, gasto público para sacarnos de la trampa del desempleo. Y la terca y desinformada obsesión con la deuda se interpone en el camino.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008. @ New York Times Service 2012. Traducción de News Clips.